Si alguna vez tenéis la oportunidad de visitar Vitorchiano, un pequeño pueblo de la provincia de Lazio, disfrutaréis de una jornada inolvidable. Esta población cercana a Roma reúne todos los tópicos que nos puedan venir a la cabeza al pensar en un paese italiano: calles con empedrado medieval, pizzerías por doquier que han sido regentadas por las mismas familias durante generaciones, y una iglesia en cada esquina. El toque diferente se lo daría unas murallas que rodean al pueblo dándole una imagen de fortaleza, el santuario de Arcangelo Michele y una enorme estatua Moái de 6 metros y 30 toneladas de peso. Un momento, ¿una estatua Moái, como las de la Isla de Pascua, a más de 14.000 kilómetros de distancia de donde éstas son originarias? Sí, y de hecho es la única pieza original existente fuera de esos confines, y para lo cual hay que buscar la explicación en un viaje de hermanamiento, un proyecto de financiación y un programa de la televisión italiana.

Aunque ya existía previamente, fue a finales de los 80 cuando se extiende el concepto de “hermanamiento entre ciudades”, cuando desde la Unión Europea se comenzó a darles dotación presupuestaria a estos proyectos que buscaban fomentar el contacto entre culturas diversas con el objetivo de superar conflictos y problemas comunes. Fue en este contexto cuando una delegación de 12 rapanuis de la familia Atan llegó a este rincón italiano con el objetivo de conocer este pueblo y también dar a conocer el suyo. El viaje tenía también un trasfondo económico, ya que los habitantes de dicha isla buscaban en esa peregrinación a Europa una forma de lograr financiación para cuidar de su propio patrimonio, que por entonces se encontraba en un estado de deterioro que hacía peligrar su existencia.

En un rutinario paseo por el pueblo como forma de conocer el mismo lo que llamo la atención de la delegación fue un particular material casi imposible de encontrar en otras zonas. El mismo se había utilizado para la construcción de gran parte de las viviendas de la zona, para la muralla que rodeaba la población y para los monumentos y edificios públicos. Era una piedra de origen volcánico que los habitantes de la zona llamaban “peperino” -utilizado por ejemplo en la bóveda de la Cloaca Máxima en Roma-. Esta roca, dura por fuera, lo que la hacía resistente a la erosión, pero blanda por dentro, lo que hace que sea fácil su manipulación, era muy similar a aquella que hace cientos de años se había utilizado para dar forma a las imponentes estatuas Moáis. Y si se trataba de mostrar la cultura propia, la delegación de rapanuis pensó que la mejor forma de hacerlo, sin lugar a dudas, era construir allí mismo una de sus estatuas.

Sin tiempo que perder y para sorpresa de los vitorqueses, los miembros de la familia Atan decidieron ponerse manos a la obra e iniciar la construcción de una de las conocidas figuras. En un tiempo tan próximo, pero en el que ni internet ni las redes sociales existían todavía , seguramente el particular proyecto no hubiera trascendido hasta más allá de los pueblos de los alrededores si no hubiera sido porque esta acción llamó la atención de Alla Ricerca dell’Arca, un programa de la televisión italiana que quiso hacer un reportaje especial del mismo y que con su seguimiento logró hacerlo popular en todo el país y parte del extranjero.

El proyecto se extendió por un mes y durante el mismo los rapanuis se negaron a utilizar herramientas occidentales para no restar autenticidad al monumento. La construcción se hizo directamente en la mina de peperino a las afueras del pueblo, y una vez concluido fue transportado al centro de la población e inaugurado siguiendo los ritos de la isla. La estatua, con una expresión enigmática al estilo de las oriundas de aquella isla, fue después recolocada a las afueras del pueblo tras haber sido solicitada para su muestra en una exposición. Y hoy día, aunque ubicada en un lugar menos majestuoso que originariamente, cumple todavía la excepción de ser la única estatua de esas características fuera de sus confines, observando bucólicamente el día a día de ese pueblo romano.

Colaboración de Antonio Capilla Vega de El Ibérico