En la guerra, la información es poder y permite anticipar los movimientos del enemigo. Precisamente, la vulnerabilidad de los códigos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial le costó la vida al almirante Isoroku Yamamoto, el hombre que había planificado la estrategia nipona en el Pacífico y el Jefe de la Flota Combinada de Japón.

El 13 de abril de 1943 los estadounidenses interceptaron un mensaje codificado en el que se describía detalladamente el itinerario que iba a seguir el almirante Yamamoto en su visita a las Islas Salomón. Los criptógrafos estadounidenses lograron descifrar el código japonés. Tenían una suculenta presa al alcance de la mano. Se trataba de un mensaje de máxima prioridad, por lo que el almirante Nimitz, como comandante en jefe del Pacífico, fue puesto al corriente. La duda corroía a los estadounidenses, podían acabar con el artífice de Pearl Harbor, pero sabían que si Yamamoto caía los japoneses sabrían que no había sido fruto de una casualidad y cambiarían sus códigos para proteger sus comunicaciones. Pesó más el argumento de eliminar a Yamamoto. El almirante era un estratega insustituible para la Armada Imperial. Tras una rápida deliberación, el almirante King y el presidente Roosevelt dieron su aprobación al ataque.

Isoroku Yamamoto

Los estadounidenses bautizaron la misión como “Operación Venganza” siendo evidente que había ánimos de revancha por el varapalo sufrido en Pearl Harbor. Se sabía que Yamamoto marcharía a bordo de un bombardero Mitshubishi G4M, denominado coloquialmente “Betty”, que volaría escoltado por seis cazas Zero. El plan consistía en atacar el avión de Yamamoto en el trayecto de Rabaul a Ballale, una pequeña ínsula cercana a la isla de Bougainville. Los encargados de acabar con Yamamoto serían los hombres de la 339ª Escuadrilla, que pilotaban cazas P-38 Lightning. Para dicho cometido se dotó a los P-38 de depósitos adicionales de combustible. Un total de 18 cazas se emplearían en la Operación Venganza: 4 cazas se encargarían de derribar el avión de Yamamoto -la llamada “sección de exterminio”-, mientras los 14 P-38 restantes se ocuparían de proporcionar cobertura ante los cazas nipones. Los aviones americanos atacarían el avión de Yamamoto poco antes de llegar a Ballale. La autonomía de vuelo de los P-38 estaba al límite, por lo que no dispondrían de mucho tiempo para derribar a su presa. En su favor, contaban con que el almirante Yamamoto era un hombre puntual, por lo que era de esperar que su víctima estuviese en el lugar esperado a la hora prevista.

A las 07:20 horas del 18 de abril de 1943 despegaron los P-38 de la escuadrilla del mayor John W. Mitchell de su base de Guadalcanal. El neumático de un avión explotó en la pista y no pudo participar en la misión, para colmo, un segundo aparato se vio obligado a regresar al aeródromo por problemas mecánicos. Los restantes aviones estadounidenses dejaron atrás Guadalcanal volando a baja altura y manteniendo el silencio radiofónico para evitar ser descubiertos. Vieron una isla frondosa, cuya vegetación casi llegaba hasta el mar. Se trataba de Bougainville. Distinguieron una serie de puntos en el horizonte, era la escuadrilla de Yamamoto. Se trataba de 6 cazas Zero y dos bombarderos “Betty”, uno de los cuales transportaba a Yamamoto, mientras que en el segundo viajaba el almirante Ugaki. Los P-38 del grupo de escolta ascendieron para proporcionar cobertura aérea, mientras que la “sección de exterminio” fue a por sus objetivos. El teniente Lanphier cargó contra el primer bombardero y tres cazas fueron a su encuentro. Lanphier ametralló al primero de los Zeros y estuvo a punto de recibir el impacto de una de las alas del caza que salió despedida. Tratando de dar con el codiciado bombardero, Lanphier efectuó una arriesgada maniobra. En ese preciso momento, el P-38 trataba de encontrar la mejor posición para lanzar su ataque mientras trataba de burlar a los cazas enemigos. Rex Barber atacó el bombardero desde la derecha, disparando sin piedad contra el “Betty”. Las llamas brotaron en el bombardero y la aeronave, herida de muerte, cayó en picado hasta terminar estrellándose en la jungla.

Barber, ignorando que había abatido el avión de Yamamoto y fue en busca del segundo bombardero. Para entonces, sus hermanos de armas ya estaban dando cuenta del segundo “Betty”, que terminó estrellándose en el mar. Con su misión cumplida, los P-38 se retiraron de la zona de combate, rumbo a Guadalcanal. Para muchos pilotos, el regreso fue una experiencia angustiosa, pues sus depósitos de combustible iban al límite. Al llegar al aeródromo, Lanphier se atribuyó el derribo del avión de Yamamoto. Mientras todos recibían a Lanphier como un héroe irrumpió Barber afirmando que era él quien había dado cuenta del bombardero que transportaba a Yamamoto. Se desató la polémica, que finalmente quedó diluyéndose porque aquel día habían logrado una victoria muy importante.

Los estadounidenses, tratando de ocultar que Yamamoto había sido víctima de una clave descifrada, hicieron circular la versión de que un nativo había avistado el avión del almirante japonés y había enviado un mensaje de aviso. Los códigos militares japoneses continuaron siendo descifrados hasta el final de la guerra. Por su parte, los japoneses, que habían perdido a su mejor estratega naval, tardaron un mes en hacer pública la muerte de Yamamoto. Según cuentan, encontraron al almirante inerte en el interior del bombardero, sujetando su bastón ceremonial. La pérdida fue una tragedia para Japón y fueron cientos de miles de nipones los que acudieron al entierro de sus cenizas en Tokio.

La polémica por la autoría del derribo del avión de Yamamoto continuó. La Fuerza Aérea optó por una decisión salomónica, atribuyendo un derribo compartido a ambos pilotos. Sin embargo, las investigaciones posteriores de los restos, así como los testimonios japoneses otorgan más solidez a la versión de Rex Barber. Tras un exhaustivo estudio de las pruebas, la Fuerza Aérea determinó que era Barber quien había abatido el avión del almirante japonés. Dos años después del fallecimiento de Barber, en 2003, se resolvió que era el propio Barber en solitario quien había derribado el bombardero de Yamamoto.

Fuente: “La última isla” de David López Cabia. Por cortesía del autor, se sorteará un ejemplar del libro entre todos los que comenten o compartan esta historia.