Aunque generalmente asociamos la expresión “ponerse a dieta” con la reducción drástica de alimentos para recuperar la figura perdida, no hay que engañarse, porque sólo se puede recuperar lo que una vez se tuvo. El término dieta deriva del latín diaeta que se podría traducir como estilo de vida equilibrado. Así que, si ya lo sabían los romanos, dejemos a un lado esas brutales dietas que suponen simplemente dejar de comer y recuperemos la diaeta… de los gladiadores.

En cada escuela de gladiadores (ludus) los esclavos, prisioneros de guerra e incluso hombres libres sedientos de sangre o de gloria practicaban y se ejercitaban en el arte de la lucha para salir victoriosos de los combates en la arena. Lógicamente, también era muy importante su preparación física y la dieta. Contrariamente a lo que podríamos pensar, por las imágenes de hombres musculosos y fornidos que el cine y la TV nos han grabado a fuego en nuestras retinas, su dieta no era rica en grasas y proteínas animales, sino todo lo contrario. Científicos de las Universidades de Berna y Viena han estudiado los restos de decenas de gladiadores encontrados en una necrópolis de Éfeso (ciudad de la Antigüedad situada en la actual Turquía) y han llegado a la conclusión de que su dieta consistía principalmente en cereales, legumbres, verduras y apenas carne. Por lo que los podríamos considerar casi vegetarianos. Entonces, ¿su dieta no se distinguía de la del resto de los mortales? Algo sí que había distinto, porque comparando los huesos de los gladiadores con el de otros cuerpos de la época, los de los luchadores presentan mayores niveles de ciertos elementos, como el estroncio. ¿Y a qué se debía? Pues a su bebida energética.

Igual que hoy en día los deportistas toman barritas energéticas o bebidas isotónicas para recuperarse de los esfuerzos, los gladiadores tomaban un brebaje de cenizas vegetales disuelto en agua y endulzado con miel. Eso sí, pero sin darles alas.

Y lo de la Viagra, no es exactamente que ellos la consumiesen, sino que se obtenía de sus cuerpos: se creía que el sudor y la sangre de los gladiadores podía curar la impotencia -supongo que por aquello de la virilidad de estos luchadores-. De hecho, algunos comerciantes dedicados al noble arte del engaño de los ingenuos esperaban en el espoliario (lugar donde se desnudaba a los gladiadores muertos y se remataba a los heridos mortalmente) para recoger las sustancias del amor y venderlas en pequeños frasquitos.

Fuente: Los inventos de los antiguos
Ilustración: Xurxo