Con apariencia de Papá Noel, por su corpachón y su carácter bondadoso, el famoso escritor británico de comienzos del siglo XX G.K. Chesterton ha sido uno de los grandes adalides de la Navidad. Le gustaba tanto que le dedicó artículos y ensayos, cuentos y poemas e incluso una breve obra de teatro, haciendo una defensa a ultranza del carácter hogareño y atacando en lo que se ha convertido…

Hay quienes cogen algo natural, lo pintan de mala manera y lo desfiguran con añadidos artificiales, y después se quejan de que es algo antinatural y lo tiran. Al principio aceptan las alteraciones como mejoras, y al final cada supuesta mejora sirve para mostrar que la cosa no debería ser alterada sino abolida. Esto es lo que algunos hacen con las Navidades: primero las vulgarizan y luego las denuncian por vulgares, primero las hacen comerciales y luego desean suprimir la Navidad pero conservar el comercio.[…] Pero quien desee ser original, o volver a los orígenes, debe recordar una obviedad: la Navidad fue, y lo sigue siendo allí donde se celebra de verdad, una fiesta familiar.

La temporada de Navidad es doméstica; y por esa razón la mayoría de la gente hoy día se prepara para ella luchando en los tranvías, esperando en filas, apresurándose en los trenes, amontonándose desesperados en las cafeterías, y preguntándose cuándo llegarán por fin a su casa o si llegarán de alguna manera. […] Tampoco se encuentra el verdadero espíritu de la Navidad en enormes hoteles cosmopolitas que no tienen nada de hogareños, o alrededor de las columnas dóricas de clubes fríos e impersonales, llenos de viejos caballeros, cínicos y desanimados. […] La Navidad está construida sobre una paradoja hermosa e intencional: que el nacimiento de quien no tuvo casa para nacer, sea celebrado en todas las casas.

Allí fue conducida una Madre,
vagando sin posada;
en el lugar en que Ella estaba sin techo,
todos los hombres están en casa.
El establo cercano, desquiciado,
con maderas crujientes y suelo de tierra,
creció como algo más fuerte, para habitar y permanecer,
que las piedras labradas de Roma.
Pues los hombres tienen nostalgia en sus casas,
y son forasteros bajo el sol.
Reclinan sus cabezas en tierra extranjera,
donde quiera que terminen sus días.
Pero nuestros hogares están bajo milagrosos cielos,
cuando la historia de la Navidad comienza.
Un Niño en un mal establo,
donde las bestias comen y babean.
Sólo donde Él está sin techo,
tú y yo estamos en casa.
Tenemos manos que modelan y cabezas que conocen.
Pero perdimos el corazón –¡tanto tiempo hace!–, en algún sitio,
donde ninguna carta marina ni barco nos pueden mostrar,
bajo la cúpula del cielo.
A la tarde, a una casa abierta
vendrán los hombres.
A un lugar más anciano que el Edén,
a una ciudad más señera que Roma,
al final del camino de la estrella errante,
donde están las cosas que no pueden ser.
Al lugar donde Dios estaba sin hogar
y todos los hombres están en casa.

Así que, desde la plaza Historias de la Historia ambos os deseamos una Feliz Navidad y que os vaya bonito el 2018.

Autor de la ilustración Luis Pastor.