Dicen que la obligación de los prisioneros de guerra es intentar escapar para mantener ocupados recursos humanos de sus enemigos que, de otra forma, podrían destinar a la lucha en el frente. Y el alemán Franz von Werra se lo tomó al pie de la letra.

Franz von Werra era un piloto de caza de la Luftwaffe (fuerza aérea alemana) conocido por el número de aviones enemigos derribados (una cifra descaradamente engordada), su título nobiliario (más que dudoso) y cierto grado de excentricidad (tenía como mascota un tigre). El 5 de septiembre de 1940 fue derribado en la batalla de Inglaterra (1940) durante la Segunda Guerra Mundial. Fue capturado con vida, y cuando sólo llevaba un mes en el campo de prisioneros de Grizedale Hall (Inglaterra) consiguió fugarse por primera vez. Durante un paseo fuera del campamento, aprovechó el descuido de sus guardianes y se escabulló por los alrededores del campo. Estuvo cinco días vagando sin rumbo por la campiña inglesa hasta que lo volvieron a capturar y desde aquel momento fue sometido a mayor vigilancia. Como aquel campo no estaba destinado para prisioneros conflictivos o fuguistas, lo trasladaron a otro más seguro en Swanwick.

Franz von Werra y Simba

Y se juntaron el hambre con las ganas de comer. Cuando llegó a su nuevo lugar de confinamiento, otros prisioneros alemanes estaban terminando un túnel para fugarse. Se unió a ellos y, otra vez, se evadió. Los seis fugitivos se dividieron en dos grupos para tomar caminos distintos y dificultar la captura, pero en el último momento Franz decidió ir por su cuenta. A los pocos días, solo Franz permanecía huido. Consiguió llegar a un aeropuerto y se hizo pasar por un piloto holandés que había tenido que hacer un aterrizaje forzoso y ahora pretendía volver al continente para seguir luchando contra los «malditos alemanes».

Soy el capitán Van Lott, piloto holandés. Me acaban de destinar aquí, pero nunca he volado en Hurricanes. El oficial de guardia me manda para que me enseñe a pilotar y pueda hacer un vuelo de práctica ¿Qué aparato está listo para despegar?

Y a punto estuvo de conseguirlo, pero en el último momento fue descubierto y lo detuvieron en el momento de subir al avión. Visto lo visto, decidieron ponerle las cosas más difíciles: lo enviaron a un campo de prisioneros a Canadá. El 21 de enero de 1941, en pleno invierno canadiense, Franz y unos cuantos prisioneros más consiguieron saltar del tren en marcha que los transportaba a su nueva prisión. Otra vez se repetía la película, todos fueron capturados menos Franz. Consiguió sobrevivir a las bajas temperaturas y atravesar el río San Lorenzo, fronterizo con los Estados Unidos. Ya en ese país, por aquellas fechas todavía neutral, fue detenido y encarcelado por entrada ilegal en el país. Gracias a los medios de comunicación, que se hicieron eco de la noticia, el cónsul alemán se enteró del asunto y pagó la fianza para sacarlo en libertad provisional a la espera de juicio. Los ingleses reclamaron su extradición como prisionero de guerra fugado, pero EEUU, por aquellas fechas todavía neutral, no estaba por la labor. Canadá, sabiendo que la opción de preso fugado no fructificaba, optó por solicitar la extradición acusándolo de robo – el bote de remos con el que atravesó el San Lorenzo-. Viendo cómo se estaban poniendo las cosas, y que la vía canadiense podía tener éxito, el cónsul decidió olvidarse de la fianza y sacarlo del país burlando la vigilancia a la que el FBI le sometía. En México, y a través de la embajada alemana, le proporcionaron un pasaporte falso para llegar hasta Europa vía Río de Janeiro.

En Alemania fue recibido por Hitler y condecorado con la Cruz de Hierro, además de ser ascendido a capitán. Decidió continuar volando, y el 25 de octubre de 1941 murió cuando su avión se estrelló por un fallo en el motor.

En 1957, su historia fue llevada al cine en una película británica titulada The One That Got Away (El único evadido), dirigida por Roy Ward Baker y protagonizada por Hardy Krüger.