En cuestión de tamaños y dimensiones, casi todo es relativo. Todo depende de con quién o con qué se compare. Y parece lógico pensar que para decir de alguien, en este caso Napoleón, que es alto o bajo, la altura media de la época sería un referente válido. Así que, si la altura media en Francia durante finales del XVIII y comienzos del XIX  era de 1.64 metros y Napoleón medía 1.69 metros, ¿por qué ha llegado hasta nuestros días la idea errónea de que era bajito? -incluso era un poco más alto que el inglés promedio (1.68 metros)-. Pues por culpa de dos personajes: el propio Napoleón y el caricaturista británico James Gillray.

En 1804 Napoleón Bonaparte creó la Guardia Imperial, un cuerpo de élite dentro de la Grande Armée que inicialmente se encargaba de la seguridad personal del emperador. Con el tiempo esta unidad se convirtió en el cuerpo principal en combate y fiel reflejo del poderío militar francés de la época. Para formar parte de este grupo elitista había que cumplir una serie de requisitos, como haber servido un mínimo de 8 años en el ejército, saber leer y escribir, haber demostrado valor en la batalla… y tener una altura mínima -1.78 metros para los Granaderos o 1.73 metros para los Cazadores-. Así que, si el grupo de soldados que rodeaban a Napoleón constantemente eran significativamente más altos que él, es lógico que éste pareciese bajito.

Y el otro responsable fue James Gillray, un caricaturista británico famoso por sus ilustraciones basadas en sátiras sociales y políticas, siendo especialmente incisivo con el rey Jorge III y Napoleón. En dos de sus ilustraciones, basadas en Los viajes de Gulliver, representó al rey Jorge III y a un insignificante Napoleón…

En otra, junto al Primer Ministro William Pitt, también representó a un Napoleón de tamaño casi insignificante en relación al comensal británico…

Fuente: El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia – John Lloyd y John Mitchinson