Hay un refrán en inglés que dice When pigs fly, una expresión que tendría un significado equivalente a la expresión en español “Cuando las ranas críen pelo”, frases todas ellas que con cierto tono jocoso se refieren a hechos que jamás sucederán. Pero nunca hay que decir nunca, porque avatares del destino quisieron que hace años, centenares de testigos vivieran una escena surrealista al contemplar como en un desafío al refranero británico, y a las propias leyes de la lógica, nada más y nada menos que un cerdo de 9 metros de largo se elevara sobre los aires y para sorpresa de todos sobrevolara la capital londinense.

Corría el año 1976 y la banda británica Pink Floyd vivía uno de sus mejores momentos. Habían adquirido fama mundial tras la publicación los años anteriores de sus discos The Dark Side of the Moon y Wish You Were Here, y esa cantidad adicional de dinero aparejada a su creciente popularidad permitían a sus integrantes darse el lujo de probar nuevos estilos de música y otras técnicas creativas. En el mundo de la música comenzaba también a ganar peso otros aspectos, como la puesta en escena durante los conciertos, y Roger Waters, el entonces líder y vocalista de Pink Floyd, tuvo la llamativa ocurrencia de plasmar en la portada del próximo disco Animals a un cerdo sobrevolando la estación de Battersea.

Waters vivía en esa zona, y cada mañana pasaba junto a dicha estación, por entonces la construcción de ladrillo más grande de Europa. Convenció a los otros componentes y la propia productora para ilustrar su próximo trabajo con una imagen que le rondaba en la cabeza: la de un cerdo gigante, al que bautizaron como “Algie”, sobrevolando una fábrica en lo que se supone iba a ser una metáfora política. En su mente, ese cerdo representaba a un empresario capitalista, que zigzagueaba entre las chimeneas humeantes que simbolizaban al proletariado. Y para darle el mayor realismo a la portada de su próximo trabajo y ante la ausencia de Photoshop en esos años, si se quería tener la foto de un cerdo gigante sobrevolando una estación había que efectivamente hacer volar el mismo sobre dicha estructura. Esa fría mañana del 2 de diciembre se soltaron las amarras para que el globo hinchado de helio se elevara. Todo estaba preparado, y se había tomado la precaución de contratar a un tirador profesional encargado de derribarlo si este se alejaba demasiado. Pero el tiempo no acompañó, y las perturbaciones climatológicas obligaron a suspender la sesión de fotografías del gorrino Algie.

Al día siguiente, con un cielo mucho más despejado, se soltaron amarras y el globo se elevó por los aires para moverse entre las chimeneas. Pero una ráfaga de viento hizo que se perdiera el control del mismo y este se alejara de la estación. Era el momento para que el tirador mostrara sus aptitudes derribándolo con un disparo. Pero había un problema, y es que nadie pensó en avisar al mismo de que al día siguiente se haría esa segunda sesión fotográfica. Era una época en la que la gente resultaba mucho más impresionable, así que la policía recibió decenas de llamadas sobre ciudadanos que avisaban de la presencia de un peculiar objeto en el cielo de Londres. Y con toda seguridad la anécdota no hubiera pasado a adquirir más popularidad sino fuera porque el globo acabó desviándose y sobrevolando el espacio aéreo del aeropuerto de Heathrow. Los pasajeros de varios vuelos pudieron contemplar ese cerdo gigante cerca del avión en el que viajaban e incluso el tráfico aéreo se vio afectado. Algie acabó su periplo aterrizando en una granja de Kent, a unos 100 kilómetros de donde había sido liberado. Fue recuperado, reparado e incluso se volvió a utilizar en una tercera sesión de fotos, esta vez sin ningún episodio remarcable.

A pesar de las incidencias habidas, las fotografías tomadas en los diferentes días no terminaron de convencer a nadie, y se realizó un fotomontaje en el que se superponían los nubarrones del primer día con el cerdo deambulando entre las chimeneas humeantes. Y aún a día de hoy constituye una de las mejores portadas jamás realizadas y todo un símbolo para los amantes de la banda británica.

Colaboración de Antonio Capilla Vega de El Ibérico