Blancanieves era un niña querida por su padre pero no por su madrastra, quien envidiaba su belleza. Ésta mandó a un cazador llevarla al bosque, matarla y traerle de vuelta su corazón como prueba. El hombre no pudo cometer aquel acto, la dejó huir y en su lugar cazó un animal para llevarle los órganos a la madrastra. Blancanieves descubrió entonces la casa de los siete enanitos, donde fue encontrada por la envidiosa mujer después de preguntarle a su espejito quien era la más bella del reino. Disfrazada de viejecita, le ofreció una manzana envenenada a la niña. Ella la comió y cayó muerta. Los enanitos la guardaron en un ataúd de cristal hasta que un buen día llegó un príncipe que quiso llevársela pues era muy grande el amor que comenzaba a sentir por ella. En el camino, los hombres que la portaban tropezaron y con el movimiento Blancanieves expulsó el trozo de manzana envenenado. En aquel momento revivió y, tal era el amor que en ella despertó el príncipe, que se casaron y estuvieron juntos para siempre.

Pero… ¿hay alguna diferencia entre las versiones primitivas y la que todos tenemos en el inconsciente? Claro que sí, por eso se merece Blancanieves un sitio en “Los cuentos que no nos contaron”.

Los cambios más llamativos son dos. El primero de ellos surge en las visitas que la madrastra le hace a Blancanieves. Y es que quizás por no hacer un relato demasiado extenso, en la versión actual la madrastra consigue envenenar con éxito a Blancanieves en su primer y único intento. Sin embargo, en la versión de los Hermanos Grimm la madrastra se viste primero de buhonera y le ofrece a Blancanieves un lazo con el que la intenta ahogar. Más tarde adoptó la apariencia de una vieja y consiguió que la niña le abriera y se dejara cepillar el pelo con un peine cuyas púas estaban envenenadas. Finalmente utilizó el truco de la manzana, mitad roja mitad blanca, y se comieron una parte cada una de las féminas. La madrastra probó de la mitad buena y Blancanieves de la envenenada.

Tras el ataúd de cristal y la llegada del príncipe, la feliz pareja comenzó a organizar una boda a la que la madrastra fue invitada. Ella no sabía de quién se trataba, pero su espejito le había advertido de que volvía a haber alguien más bella que ella (en un claro ejemplo de narcisismo, la madrastra consultó compulsivamente durante toda su vida dicho espejo). Al llegar a la ceremonia, la mujer se dio cuenta de que la novia no era otra que Blancanieves y, como dice textualmente la historia…

…fue tal su espanto y su pasmo que se quedó clavada en el suelo sin poder moverse. Aún así, fue obligada a bailar desnuda hasta morir, calzada únicamente con unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo.

Según el historiador alemán Karl Heinz Bartels, la historia de Blancanieves se basa en la vida de Maria Sophia Margaretha Catharina von Ertha que, como él, nació en Lohr. Actualmente en dicha localidad puede visitarse el castillo donde se supone que vivió allá por finales del siglo XVIII, así como el espejo al que acudía su madre y el bosque en el que estuvo con los enanitos. El historiador tampoco duda en afirmar que seguramente estos hombrecillos que la ayudaron eran en realidad niños que trabajaban, al igual que los enanitos, en las minas que había por aquella zona. Por otro lado, el veneno que la madrastra (probablemente la Condesa de Reichenstein) utilizaba con Blancanieves podría conseguirlo del arbusto de la belladona, cuyo poder narcótico le producía a la niña un efecto de muerte temporal.

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos