La historia antigua está escrita por hombres, quizá por ello muy pocas mujeres tuvieron la relevancia de aparecer en mayúsculas en las viejas crónicas aun mereciéndolo con creces. Creo que la protagonista de este artículo fue más influyente para la política romana en los estertores de la República que muchos de los cónsules o pretores que, nominalmente, la protagonizaron. Para entender que ya fue una fémina tremenda en vida, Fulvia Flacca Bambalia fue la primera mujer no mitológica que apareció en una moneda romana.

Fulvia Flaca Bambalia nació sobre el 77 a.C. en Roma. Fue hija del senador Marco Fulvio Flaco Bambalio, el cognomen deriva de su inconsistencia de discurso, “el taciturno”, y Sempronia Graca, hija del famoso, polémico y acaudalado Gayo Sempronio Graco. Plebeya, perteneciente a la gens Flaca de Tusculum y descendiente directa de uno de los hermanos Graco, esta herencia familiar será determinante en la azarosa vida de Fulvia. Si había algo que tenía claro la joven Fulvia era que no había nacido para hilar, tejer o charlar en el Foro con otras matronas. Fulvia era un animal político, una mujer capaz para la intriga que no dudó en conseguir pronto un esposo que pudiese servirle en su propósito. Así fue como llegó su primer matrimonio con Publio Claudio Pulcro, todo un personaje de su época, un líder populista tildado como demagogo por historiadores posteriores como Plutarco, al que catalogarían todavía peor sus antagónicos coetáneos como Catón el Joven o Cicerón, a la postre su más enconado enemigo. Todavía vivía su padre, el senador Bambalio, cuando se celebraron los esponsales. Necesitado de la fortuna de Fulvia, en aquel matrimonio tan conveniente se aunaban sestercios y ambiciones. Claudio era veinte años mayor que ella, no se había distinguido en su carrera militar en Asia, pero sí que prometía escándalos en la civil. Determinante fue el suceso durante la celebración de la Bona Dea, donde Claudio, vestido y maquillado como una mujer, se coló en aquella ceremonia exclusiva de las matronas romanas, en la propia casa del Pontifex Maximus Cayo Julio César y probablemente con la connivencia de Pompeya Sila, la mujer del anfitrión, provocando todo un incidente social al descubrirlo allí dentro y dando origen a la famosa frase de César “la mujer de César no solo ha de ser pura, sino además parecerlo”. Claudio había cometido un sacrilegio y fue juzgado por ello. El ácido alegato de Cicerón no tuvo el efecto deseado, pues gracias a sus generosos sobornos fue absuelto. Aquel escándalo supuso su distanciamiento definitivo con los optimates.

Entre el 57-56 a.C. nació Claudia Pulcra, hija de esta ambiciosa pareja, en el momento de máximo poder e influencia de Claudio tras la partida de César a las Galias. Adoptado formalmente por un plebeyo, algo inaudito, y enfrentado abiertamente con los optimates, el ya por entonces llamado Clodio (pues se cambió el nombre para ser plebeyo) se hizo con el control de las calles de Roma a través del control de las bandas gremiales, los collegia, que él sostenía y alentaba, desencadenando todo su odio contra sus oponentes, muy en especial en Quinto y Marco Tulio Cicerón. La casa del orador fue demolida, sus propiedades confiscadas y él mismo tuvo que exiliarse para salvar la vida. Aquella espiral de violencia se le tornó en contra y acabó con su vida, pues Milón, otro gánster alentado por la facción rival, fue quien protagonizó la reyerta en la Via Apia donde Clodio fue asesinado el 18 de enero del 52 a.C. La plebe, conmovida por la muerte de aquel hombre que había legislado a su favor de forma tan poco ortodoxa, lo incineró en el Foro, como años después sucedería con César. Fulvia y su madre declararon contra Milón, quien fue condenado y tuvo que exiliarse, pero no le perdonó jamás a Cicerón que fuese el inductor moral de la muerte violenta de su esposo. Tras aquel terrible incidente, los collegia afines a su difunto esposo le mantuvieron lealtad y pleitesía, circunstancia que la mantuvo física y económicamente indemne. Poco después de los diez meses de luto oficial, a principios del 51 a.C., la joven viuda pronto encontró un nuevo esposo con el que proseguir su propio cursus honorum. El elegido fue Cayo Escribonio Curión, otro aristócrata polémico, de buen discurso y pocos escrúpulos que, a raíz de un pingue soborno, dejó a los optimates y secundó la causa de César cuando se desataron las tensiones previas a la Guerra Civil. Aquel gesto le valió ser tribuno en el 50 a.C. Para comprender qué talento tenía la ambiciosa Fulvia eligiendo esposos, aquí dejo una descripción muy explícita del tal Curión:

Curión era un hombre de origen noble, elocuente, despreocupado, pródigo tanto de su fortuna y castidad, como de las de otras personas, un hombre de la mayor inteligencia en la perversidad, que usó su hábil lengua para la subversión del estado. Ninguna riqueza ni placer bastaban para satisfacer sus apetitos. (Veleyo Patérculo, Historia Romana, II, 48, 3-4)

César recompensó a su nuevo aliado haciéndolo comandante en jefe de la expedición a África contra Publio Atio Varo, el pretor provincial leal a los optimates, y su poderoso aliado, el vecino rey Juba I de Numidia, pero Curión, experto en juergas pero bisoño en combates, encontró la muerte junto al río Bagradas poco después de desembarcar sus tropas en Utica. Murió en el 49 a.C. junto a la mayoría de sus legionarios en una emboscada muy bien urdida por Saburra, el comandante de caballería del rey númida, cosido a flechas hasta la muerte cual dramático antecesor del General Custer.

Marco Antonio (serie de TV «Roma»)

De nuevo Fulvia había enviudado pronto por acción directa de los optimates, pero poco tardo en encontrar un nuevo compañero para desatar venganzas y ambiciones. El tercer elegido fue Marco Antonio, el gran magister equitum de César y su mano derecha. Según Cicerón, su peor azote en el Senado, Fulvia y Antonio mantuvieron relaciones afectivas desde el 58 a.C. También decía que Antonio optó por dejar su tórrida relación sentimental con la actriz Cytheris porque prefería la fortuna de Fulvia. No se sabe con certeza la fecha de su matrimonio, probablemente en el 46 a.C., pero sí la del nacimiento de Marco Antonio Antilo, el primer hijo de la nueva pareja, que sucedió en el 47 a.C. La historia volvía a repetirse: Antonio, en el cenit de su carrera militar a la sombra de César, tenía tanta necesidad económica como había tenido Clodio y un pasado tan turbio y polémico como el de Curión, del que había sido amigo y compañero de farra en su juventud. En el 45 a.C. tuvo un segundo hijo con él, Julio Antonio.

El asesinato de César fue determinante para que los planes de Fulvia pudiesen convertirse en realidad. A partir de los idus de Marzo del 44 a.C., Fulvia Flaca se convierte en el verdadero poder en la sombra que influye en todas las decisiones de Marco Antonio. Tanto llegó a intrigar que, cuando Antonio estaba viviendo en Alejandría con Cleopatra, Octavio diría después: “gracias a Fulvia, Antonio había aprendido a obedecer a una mujer”. Ella se sintió muy poderosa cuando Antonio se estabilizó tras los disturbios posteriores al magnicidio. Despreciando a Lépido por su pusilanimidad, e intrigando contra los proclamados “libertadores” a través de su esposo, probablemente su momento de máximo regodeo llegó cuando Lépido, Octavio y su influenciable esposo constituyeron el Segundo Triunvirato en el 43 a.C. y redactaron la lista de proscritos y enemigos de la patria a los que liquidar, en la que figuraba en primera línea Marco Tulio Cicerón. Tratando de que la nueva alianza entre el pujante Octavio y su esposo perdurase y se asentase, la jovencísima Claudia fue ofrecida como esposa para el heredero de César, boda política que tuvo lugar, pero que jamás se consumó por parte del astuto Octavio…

Marco Tulio Cicerón fue ajusticiado cerca de su villa de Formiae el 7 de diciembre del 43 a.C. por un centurión llamado Herenio. Cuando el tribuno Popilio Lenas llegó a Roma portando la cabeza y mano derecha de Cicerón, Antonio le ordenó que ambas fuesen clavadas en la Rostra (tribuna del Foro que servía de púlpito desde el que los magistrados y oradores arengaban al pueblo) para mayor escarnio público del difunto. Cuenta Dion Casio en su Historia Romana que Fulvia se acercó con sus dos hijos hasta donde estaba la testa de su odiado Cicerón, se extrajo una horquilla del cabello y atravesó la lengua del orador en un explícito gesto de fría venganza…

Fulvia con la cabeza de Cicerón

Por desgracia para ella, no todo le salió bien en sus planes. A raíz del pacto con sus colegas triunviros, Antonio se quedó con Oriente en el reparto de la ecúmene. Además de su ambición política y el anhelo de resarcir el descalabro de Craso con la conquista de Partia, siguiendo los planes que el propio César había preparado para acometer tan descomunal campaña, tenía otros intereses más espurios en Asia. El primero se llamaba Glafyra, una sugerente cortesana capadocia con la que Antonio sostuvo un tórrido romance en Éfeso mientras Fulvia todavía se recreaba con su visión de la testa de Cicerón en el Foro. Pero no fue esta mujer seductora la causante de sus peores males. Es probable que el divorcio de Octavio y Claudia, anteriormente mentado, y el nuevo y escandaloso romance de estado de Antonio con su aliada y banquera Cleopatra supusieron un trauma y un despecho tan grande que le llevó a camelarse a su cuñado Lucio, hermano de Antonio, y reclutar ocho legiones en Italia con las que rebelarse contra Octavio en el invierno del 41 a.C. El órdago acabó mal, acorralados los dos cuñados en la actual Perugia. Cuenta Plutarco que Fulvia paseaba con el gladio en el cinto como un oficial más por la ronda de guardia, dando órdenes a centuriones y tribunos como si de un legado se tratase. Plomos de onda encontrados allí y fechados durante este conflicto reflejan las burlas de los legionarios de Octavio sobre quién en realidad llevaba el mando en aquel ejército.
Este epigrama de Marcial se le atribuye a la pluma de Octavio, que era muy sarcástico a la hora de escribir cosas sobre su exsuegra. Lamento la sordidez, pero así fue escrito por el Princeps:

Como Antonio se acuesta con Glafira, Fulvia está decidida a castigarme obligándome a follar con ella… ¿Y si ese Lucio me rogara que lo enculase? ¿Lo haría? Creo que no, si estuviera en mis cabales. “O me follas, o peleamos”, decía Fulvia… Ah, ignorante, ¿no sabes tú que yo quiero a mi polla más que a mi vida? En fin, ¡qué suenen las trompetas!

Después de casi cuatro meses de sitio, sin suministros ni futuro, los cuñados se rindieron ante el futuro Princeps. Fulvia acabó exiliada en Sycion, ciudad costera cerca de Corinto, y Lucio Antonio enviado a Tarraco como pretor de la Hispania Citerior. Fulvia murió poco tiempo después en extrañas circunstancias… Marco Antonio no llegó a volver a ver a su esposa. Sus hijos corrieron suertes diferentes. Antilo fue decapitado por orden de Octavio cuando entró en Alejandría en agosto del 30 a.C. En cambio, Julio llegó a ser cónsul en el 10 a.C., gozó de cierto favor en la corte de Augusto y acabó casado con Claudia Marcela la Menor, la hija de Octavia, con la que tuvo tres hijos, aunque su gran amante fue Julia, la hija del Princeps, y prima de su esposa, un romance peligroso que le costó la vida en el 2 d.C.

Colaboración de Gabriel Castelló autor de Archienemigos de Roma