La clínica de la Seguridad Social era como un siniestro set montado para una película de terror de Hollywood. El aire olía a orina… Una mujer sangrando… Una pareja joven llorando… Una niña rezando… Becker llegó al final del oscuro vestíbulo. La puerta de su izquierda estaba ligeramente entreabierta y la abrió. Estaba completamente vacío, excepto una anciana marchita, desnuda en un catre, peleándose con su calientamantas.

Como el decorado de una peli de miedo con sus extras incluidos. Así describía el escritor estadounidense Dan Brown (El código Da Vinci, Ángeles y Demonios, Inferno) la sanidad noventera en Sevilla.

Becker se metió en la cabina. Antes de que hubiera terminado de marcar el prefijo internacional, le salió una grabación.
– Por favor, cuelgue e intente su llamada más tarde.
Conseguir una conexión internacional desde España era como una ruleta, todo depende del momento y de la suerte.

Y es que la ultratecnológica Estados Unidos tenía que dejarnos mal hasta en las comunicaciones.

El autor de best sellers afirma haber pasado un año estudiando historia del arte en la universidad hispalense, aunque en ella no hay ningún registro en el que conste como alumno. Cabe la posibilidad de que asistiera con alguna beca o durante algún curso de verano. Becado o no, en su novela La fortaleza digital (1998) queda claro que durante su supuesta estancia no se dedicó a cotejar los datos que más tarde le servirían para localizar los lugares por los que su personaje David Becker pasara antes de morir.

Cierto es que en el mundo literario cada autor puede tomarse sus licencias a la hora de describir los lugares como le viene en gana, pero en mi humilde opinión creo que el lector siempre suele agradecer la verosimilitud. No atina con las fechas de construcción de la Catedral de Sevilla ni del Real Alcázar. Y además del recurrente tema de la corruptibilidad de los cuerpos de seguridad que desgraciadamente aún arrastramos, el señor Brown muestra a los españoles como veneradores de una reliquia cuanto menos peculiar: el escroto de Cristóbal Cólon.

Las escaleras eran empinadas, aquí habían muerto turistas. Esto no era América, no había señalizaciones de seguridad, ni pasamanos, ni avisos sobre pólizas de seguros. Esto era España. Si uno era lo suficientemente estúpido para caerse, era tu propia culpa., independientemente de quién construyó las escaleras.

Todo peligrosísimas escaleras. Matarile a las 35 rampas de la Giralda. El capricho del sultán Abu Yaqub Yusuf de poder subir con su caballo hasta lo alto de la torre para contemplar su Sevilla se va al traste en esta novela.

Pero la MUY NOBLE, MUY LEAL, MUY HEROICA, INVICTA Y MARIANA CIUDAD DE SEVILLA es, ante todo, muy poco rencorosa. En el momento del estreno en español de la novela allá por el 2006, contribuyó a que fuera la más vendida en la ciudad.

Colaboración de Marta Rodríguez Cuervo de Martonimos

Fuentes: “La fortaleza digital”. Dan Brown. “Los títulos de la ciudad de Sevilla”. La Sevilla que no vemos. Julio Domínguez.