Cuando hablamos de epidemias en la Europa medieval o a comienzos de la Edad Moderna es inevitable que una palabra acuda a nuestra mente: la peste negra. Y aunque fue la causante de una de las pandemias más mortíferas de la historia de la humanidad, no fue la única. El sudor inglés, el carbunco o la lepra fueron otras de las enfermedades que asolaron a la población europea de la época. Sin embargo hubo también otras epidemias mortíferas… alguna de ellas realmente fuera de lo común.

Danzad, danzad, malditos

En 1518 Estrasburgo, en el centro de Europa occidental, era una población de unos treinta mil habitantes. Aún no pertenecía a la corona de Francia, sino que era una ciudad libre (lo seguiría siendo hasta finales del siglo XVII), ni tampoco se llamaba todavía Estrasburgo, sino que era conocida como Argentina, nombre derivado del campamento romano que supuso el origen de la ciudad: Argentoratum. Pero hacía ya más de un milenio del final de la época romana y desde Estrasburgo se propagaban, gracias a la imprenta, nuevas ideas que revolucionarían la historia de la religión en Europa. Precisamente ese mismo año de 1518 comenzaron a publicarse en la catedral de esta ciudad los escritos y tesis de Martín Lutero, y pronto las iglesias de la ciudad serían de las primeras en consagrarse al culto protestante.

Quizá el movimiento religioso y el fervor de las nuevas ideas humanistas tuvieran que ver en esta historia. La cuestión es que, aquel verano de 1518, una mujer llamada Frau Troffea comenzó a bailar de forma convulsiva por las calles de la ciudad. No había ninguna música ni un motivo aparente para aquel frenesí danzador, pero la tal Troffea no cesó de bailar en todo el día… ni en los posteriores. Poco después un vecino se unió a aquel baile sin sentido, y después otro, y otro… Una semana después una treintena de personas bailaban junto a Frau Troffea, y en un mes eran más de cuatrocientas los “contagiados” que dazanban por las calles de Estrasburgo sin causa alguna y sin poder detenerse. No tardaron en darse las primeras muertes entre los bailarines: los infartos, derrames cerebrales o simplemente el agotamiento comenzaron a hacer estragos.

Lógicamente, para los “no afectados” aquello era un misterio, nadie sabía qué estaba pasando. Los médicos no encontraban una explicación a este comportamiento, y el único remedio que las autoridades civiles fueron capaces de encontrar fue construir un gran entarimado de madera para habilitarlo como “zona de baile” y contratar músicos, pensando que si alimentaba su actividad mejorarían con el tiempo. Y mientras aquellos bailarines, desesperados por su situación, suplicaban ayuda. ¡Ellos no querían bailar! Tampoco sabían qué era lo que les estaba pasando, pero no podían dtenerse. Y mientras seguían muriendo debido al cansancio o los ataques al corazón, nuevos vecinos caían víctimas de aquella extraña epidemia de baile, uniéndose a los desesperados danzantes.

La coreomanía

Los bailes y las muertes continuaron hasta que dos meses después, a principios de septiembre, la plaga de baile terminó tan súbitamente como había comenzado. Nunca se conoció su causa, no hubo explicación oficial, ni se aplicó cura alguna, aparte del ya mencionado remedio de alimentar las ansias danzantes de los afectados.

Coreomanía es el nombre que han recibido estos episodios epidémicos de baile psicótico. Porque el de Estrasburgo no fue el único brote que tuvo lugar, simplemente es el más documentado gracias al testimonio escrito que dejaron diversos testigos, entre ellos varios doctores.
De hecho, el episodio más antiguo del que ha quedado constancia ocurrió en el siglo VII, y fue reapareciendo de forma periódica. Y la mayoría de ellos tuvieron lugar en el centro de Europa, algunos con trágicas consecuencias. Como en 1278, cuando unas doscientas personas en Alemania comenzaron a bailar, sin causa aparente, en un puente sobre el río Mosa. El asunto acabó con el puente derrumbado, muchos bailarines ahogados, y los supervivientes llevados a una cercana capilla dedicada a San Vito. De ahí cogió la coreomanía su denominación más popular de baile de San Vito.

Sin embargo la aparición más extendida y multitudinaria de esta plaga tuvo lugar en 1374. Comenzó en Aquisgrán (Alemania) y pronto se extendió por todo el país, Colonia, Frankfurt, Metz… y por los países cercanos, llegando a Flandes, Luxemburgo e Italia.

A día de hoy sigue sin conocerse la explicación para este fenómeno que cesó repentinamente a mediados del siglo XVII, época en que se produjeron los últimos brotes. La hipótesis más aceptada es que se trataba de una histeria colectiva como respuesta al estrés causado por las épocas de hambruna y enfermedad, que provocaba una psicosis masiva.

Bailar hasta la muerte, una respuesta sin duda curiosa ante la miseria de la Europa medieval y postmedieval.

Colaboración de Enrique Ros de Apuntes de Historia