Dicen que cuando Catalina de Médicis, hija del poderoso señor de Florencia Lorenzo II de Médicis, se casó con Enrique, el hijo menor del rey Francisco I de Francia, lo hizo completamente enamorada,  pero muy pronto descubrió que para su media naranja sólo era un matrimonio político. En 1547, tras la muerte de su padre y de su hermano mayor, era coronado rey de Francia Enrique II y, lógicamente, Catalina reina consorte… aunque no compañera de lecho conyugal. Para estos menesteres, Enrique tenía a su amante oficial, Diana de Poitiers, veinte años mayor que él. Catalina, a sabiendas de que protestar por aquella situación no le iba a reportar ningún beneficio, la aceptó… aparentemente. Ella era reina y sus hijos serían los herederos al trono, pero difícilmente se pueden engendrar hijos si no existe contacto carnal. Así que, procuró mostrarse sumisa ante su marido y ganarse el favor de Diana, hasta el punto de hacerse tan amigas que era la propia amante del rey la que obligaba a éste a cumplir con sus obligaciones maritales. Y por fin, llegó el primer hijo, y el segundo, y el tercero… hasta diez.

Catalina de Médicis

Catalina de Médicis

Durante el reinado de Enrique II fueron constantes los enfrentamientos con los reyes de España, Carlos I y Felipe II, y con los hugonotes (protestantes franceses). Tras la firma de paz con España, casó a su hija Isabel de Valois con Felipe II. Durante el festejo se celebró un torneo en el que Enrique II quiso participar y, accidentalmente, fue herido en la cabeza por una lanza rota durante la justa. Días más tarde fallecía. En 1559, y con sólo 16 años, fue coronado rey de Francia Francisco II, su hijo mayor casado con María de Estuardo reina de Escocia. En diciembre de 1560 el trono de Francia volvería a quedar vacante ante la muerte accidental de Francisco II.  Ante la falta de hijos de Francisco II, el heredero del trono era un niño de 9 años, su hermano y futuro Carlos IX, por lo que su madre, Catalina de Médicis, fue nombrada regente. Catalina tomó las riendas de una Francia castigada por las diferencias entre católicos y hugonotes, una especie de guerra civil religiosa con apoyos externos (Felipe II a los católicos e Isabel I de Inglaterra a los protestantes). Sus problemas más inminentes, dentro y fuera de Francia, tenían nombre y apellidos: los hermanos Luis y Antonio Borbón, Principe de Condé y Rey de Navarra respectivamente, ambos hugonotes. Para contrarrestar su poder, Catalina se sirvió de su numeroso séquito de cortesanas, el escuadrón volante. Para poder formar parte de este escuadrón, integrado por unas 200 cortesanas, las chicas debían superar un casting en cuanto a juventud, belleza y, sobre todo, fidelidad absoluta a Catalina. Una vez dentro, eran adiestradas en el arte del espionaje,  la seducción, el falso amor, la jodienda e incluso el asesinato. Además, debían seguir unos tratamientos para mantenerse guapas, delgadas y no quedarse embarazadas; en caso contrario, eran expulsadas. Para mantener controlados y vigilados a los problemáticos hermanos envió a dos de sus mejores chicas… Luis y Antonio dejaron de ser un problema.

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La muerte del rey de Navarra en 1562 dejó en el trono a su mujer Juana III de quien había obtenido la corona por su matrimonio. Ésta, una ferviente protestante, volvió a complicar las cosas a Catalina -no disponían de sección masculina en el escuadrón- y a su hijo Carlos IX. Tras diez años de constantes disputas, moría Juana -dicen que algo tuvieron que ver unos guantes perfumados con un tóxico letal que le regaló Catalina- y heredaba el trono su hijo Enrique III. Catalina, buscando la paz, movió ficha. Esta vez no utilizaría a su escuadrón, sino a su propia sangre: casó al rey de Navarra con su hija Margarita de Valois. Todo arreglado… casi. Como su hija era ajena a su escuadrón y sus intrigas, decidió enviar a su mejor chica, Charlotte de Beaune Semblançay, baronesa de Sauve, para controlar al rey… desde la cama. A pesar de todos los esfuerzos por mantener la paz entre católicos y protestantes, la bomba de relojería estalló en París la noche del 23 de agosto de 1572 en la llamada Masacre de San Bartolomé, donde miles de hugonotes fueron pasados a cuchillo.

Matanza de San Bartolomé (1572) -François Dubois

Matanza de San Bartolomé (1572) -François Dubois