Hace poco hablamos de la resistencia de las construcciones romanas, hoy nos toca… la Gran Muralla China. En realidad no es una gran muralla. Lo que muchos han considerado la octava maravilla del mundo antiguo es más bien un entramado de muros y distintas estructuras defensivas construidas a lo largo del tiempo, bajo el mandato de diferentes dinastías y de forma dispar. El propósito de tamaña obra de ingeniería y arquitectura militar -con un promedio de 7 metros de altura y 5 de ancho, y una longitud, contando sus ramificaciones y construcciones secundarias, de más de 20.000 kilómetros de largo, desde la frontera con Corea, al borde del río Yalu, hasta el desierto de Gobi, aunque hoy solo se conserva un 30%- fue en todo momento doble: para protegerse de los recurrentes ataques que los pueblos nómadas del norte y para establecer el límite de las tierras cultivables, sobre las que el Estado chino podía imponer unos impuestos y una administración estables. La Gran Muralla sirvió tanto para no dejar entrar como para no dejar salir.

Gran Muralla China

Fue hacia el año 220 a.C. cuando Qin Shi Huangdi, primer emperador de una China unificada, ordenó la conexión entre las murallas septentrionales preexistentes -algunas del siglo V a.C.- y la construcción de otros tramos que formarían una primera línea continua y que sería la precursora de la actual Gran Muralla, aunque la mayor parte de esta barrera defensiva data de la dinastía Ming (1368-1644). Los Ming construyeron una nueva Gran Muralla -más de 6.000 kilómetros de nuevos tramos defensivos- de características más avanzadas que las anteriores. Mientras que en el pasado las fortificaciones se habían erigido empleando la tierra compactada como materia primera, ahora se empleó en la mayoría de los tramos una combinación de piedra en la base, alzado de ladrillo… y una especie de «arroz con leche«.

En Xichang, provincia de Sichuan, se ha puesto en marcha un proyecto para la reconstrucción de parte la antigua muralla de la ciudad tratando de ser fieles a las técnicas de los constructores originales de la dinastía Ming. Las tareas de los trabajadores incluyen la fabricación de ladrillos, la colocación de los ladrillos … y hervir arroz en grandes ollas. Un estudio reciente sobre los antiguos métodos utilizados para la construcción publicado en la revista American Chemical Society por el Dr. Zhang, profesor de química de la Universidad de Zhejiang, ha demostrado que el secreto del antiguo mortero chino fue el arroz. Este mortero se elaboraba, y se elabora ahora en la reconstrucción de la muralla de Xichang, mezclando una pasta de arroz pegajoso o glutinoso (una variedad de arroz que se cultiva principalmente en el sur y sureste de Asia hervido y con una textura similar al arroz con leche) con cal apagada o muerta (piedra caliza calentada a alta temperatura y a la que luego se añade agua).

El componente inorgánico es carbonato de calcio, y el componente orgánico es la amilopectina, que viene de la sopa de arroz pegajoso. La amilopectina ayuda a crear una microestructura compacta, estable y resistente.

Arroz como mortero

Aunque el uso de esta mezcla de arroz como cemento para la construcción se desarrolló por primera vez hace 1.500 años, fue la pieza angular de las grandes construcciones bajo la dinastía Ming, como la Gran Muralla.

Curiosamente, es el mismo tipo de arroz, y con la misma textura, que el utilizado en platos chinos tales como zongzi, en el que se envuelve la pasta en hojas de bambú en forma de paquete, o el nian gao, un tipo especial de torta para las celebraciones del Año Nuevo.

Zongzi

Zongzi

Fuentes: When cuisine and construction merge, Revealing the ancient chinese secret of sticky rice