El poeta romano del siglo I a.C. Publio Virgilio Marón, Virgilio para los amigos, autor, entre otras obras, de la Eneida, tiene mucho que agradecer a su mascota. Se cuenta que Virgilio preparó un funeral a su mascota digno de emperadores… su mascota, según él, era una mosca. La ceremonia se celebró en su villa, amenizada por músicos, se contrataron a las mejores plañideras del lugar, fueron invitadas los personalidades más relevantes como Cayo Mecenas, su protector, se despacharon los mejores vinos y las viandas más exquisitas, y la mosca fue enterrada en un mausoleo construido para tal fin en sus tierras. Todo este derroche supuso más de 800.000 sestercios para los bolsillos del apesadumbrado Virgilo. ¡Vaya disparate! Nada más lejos de la realidad, fue una inversión que salió muy rentable.

Eran los tiempos del Segundo Triunvirato en la república de Roma, una alianza formada por Marco Antonio, César Octaviano y Marco Emilio Lépido, tras el vacío de poder originado por el asesinato de Julio César. Este nuevo gobierno generó mucha confusión y aumentó las protestas y revueltas en las calles de Roma. Los triunviros temían especialmente a los eméritos (legionarios licenciados), así que decidieron entregarles tierras para calmar los ánimos. El problema era que se había prometido más de lo que Roma disponía y la forma más rápida de conseguir esas tierras era vía expropiaciones masivas. Los contactos del poeta le informaron de dichas expropiaciones y Virgilio, aprovechando un pequeño resquicio en la ley, enterró a la mosca -recordemos, su mascota- en sus tierras ya que se excluían de las expropiaciones los terrenos en los que hubiera tumbas al considerarlos sagrados. La mosca de Virgilio salvó su patrimonio.

Entierro mosca

Aunque supongo que la policía científica no estará muy contenta, por lo irreal de las investigaciones, la serie de TV estadounidense Crime Scene Investigation o CSI sobre científicos forenses se ha hecho muy popular. Tecnología de pura ciencia ficción mezclada con originales métodos de investigación y acompañado de un fanático de la entomología, Gil Grissom, que utiliza a los insectos para resolver casos. Y como aquí hemos dicho en muchas ocasiones… nada nuevo bajo el sol.

Si nos trasladamos a la China del siglo XIII, encontraremos el primer caso en el que se utilizó la entomología forense para resolver un caso de asesinato. En 1235 el chino Sung Tz’u (no confundir con Sun Tzu, el general, estratega militar, filósofo y autor del libro “El arte de la guerra“) escribió el libro “El lavado de los agravios» sobre investigaciones forenses relativas a cómo examinar el cuerpo y la escena del crimen, determinar las causas de la muerte… y se detalla el primer caso de entomología forense aplicada para resolver un caso:

Un buen día apareció un campesino muerto en un arrozal y, como suele ocurrir en estos casos, nadie sabía nada. Cuando el magistrado local comprobó el cuerpo, pudo determinar que el arma homicida había sido una hoz como las que utilizaban para recolectar el arroz. Reunió a todos los campesinos del pueblo, los puso en fila y les ordenó que todos pusiesen en el suelo y junto a ellos su hoz. Y a esperar… al cabo de un rato, señaló a uno de los campesinos como culpable del crimen: sobre su hoz estaban revoloteando las moscas. Aunque las hoces estaban todas limpias, las moscas se sintieron atraídas por los restos de sangre que ya sabemos, por la serie, que es muy difícil de limpiar.

mosca

Hasta la Iglesia ha tenido sus más y sus menos con las moscas. En 1121, mientras Bernardo de Claraval predicaba en Foigny (Francia), la iglesia fue invadida por una horda de moscas que molestaban a los feligreses. Ante aquella embarazosa situación, el que luego sería canonizado como San Bernardo de Claraval, gritó desde el púlpito:

eas excommunico (yo os excomulgo)

Al día siguiente todas las moscas aparecieron muertas.

Incluso tienen su propia leyenda. San Narciso es conocido por el llamado milagro de las moscas, insectos que, además, constituyen su atributo iconográfico más reconocible. En 1286, durante el asedio a Gerona de las tropas de Felipe II de Borgoña, del sepulcro del santo surgieron una multitud de moscas que atacaron a los soldados franceses que pretendía profanar su tumba y los hicieron huir, salvando a la ciudad del dominio extranjero.

San Narciso

San Narciso

Hasta Hitler tiene su anécdota con las moscas. Durante una reunión estratégica de los altos mandos nazis, en julio de 1944, una mosca revoloteaba por la habitación. Hitler ordenó a Fritz Darges, oficial de la SS, que se deshiciera de ella, y éste contestó que, al tratarse de un asunto aéreo, debería encargarse Nicolaus von Below, el adjunto a la Luftwaffe (fuerza aérea), quien se encontraba también en la habitación. A Hitler no le gustó la bromita; montó en cólera y le despidió: «Deberías estar en el frente del Este«, le espetó. El caso es que Darges terminó en el frente ruso.

También han sido protagonistas de algunos refranes:

Matar moscas a cañonazos: emplear recursos excesivos y costosos para solventar un problema mínimo. Lógicamente, nada utilizaría cañones para matar moscas… ¿O sí? Pues moscas no… pero pulgas sí. Cristina de Suecia, una de las pocas mujeres enterrada en el Vaticano, fue coronada reina en 1632 cuando cumplió los dieciocho años. Involucrada en varios conflictos, consiguió firmar la Paz de Westfalia (1648) que ponía fin a la Guerra de los Treinta Años, se acercó a las potencias católicas de la época (Francia de Luis XIV y España de Felipe IV) y se convirtió en una mecenas de las artes y las letras. Estabilizado el país, todavía tenía un frente abierto que le la martirizaba: su aversión a las pulgas, que llegó a convertirse en una obsesión. Para acabar con los malditos insectos, ordenó construir un pequeño cañón de una pulgada que cargaba con unas pequeñas bolitas metálicas a modo de proyectiles. No se tiene conocimiento de si consiguió abatir alguna pulga.

En boca cerrada no entran moscas: en ocasiones, es mejor tener la boca cerrada para no meter la pata o salir trasquilado. El Papa Adriano IV, el único Papa inglés de la historia, puede dar fe de ello. Después de pronunciar un duro sermón contra el emperador Federico I Barbarroja por sus pretensiones sobre los Estados Pontifcios, la comitiva se detuvo en Agnani para que el Papa se refrescase. Se acercó a beber agua a una fuente, con la mala suerte que se tragó una mosca que le provocó la muerte por asfixia. Mi teoría difiere un poco de la oficial, yo creo que fue una avispa. Parece más lógico que lo que se tragase fuese una avispa y que al picarle se inflamase la zona y le produjese la asfixia. Además, en los meses de verano las fuentes de agua suelen ser un lugar habitual donde encontrar estos insectos.