El calendario romano estaba compuesto por doce meses y 365 días, pero la traslación de la Tierra alrededor del Sol duraba un poco más (365,25 días). Este desfase había producido un retraso de 90 días, por lo que las estaciones –muy importantes para las cosechas– bailaban. Julio César trajo al sabio Sosígenes de su retiro en Alejandría en el 44 a.C. para desfacer el entuerto. Se solucionó añadiendo un día (bis sextus, bisiesto) cada cuatro años y se quitó un día a febrero. En honor a Julio César, se cambio el nombre del primer mes de verano, Quintilis, por el de Julius. Cuando Augusto se proclamó emperador, para no ser menos, cambio del nombre del mes Sextilis por el de Augustus y se quitó otro día a febrero, y sin nadie que diese la cara por él, quedó en 28. El nuevo calendario pasó a llamarse Juliano.

Este calendario funcionó correctamente hasta que en 1582 se descubrió que las apreciaciones de Sosígenes también estaban un poco desfasadas; no eran 365,25 días sino 365,2422 días el periodo de traslación. Era poco, pero al cabo de los siglos los desfases se habrían notado. Así que, el Papa Gregorio XIII organizó una comisión de sabios. Los medidas adoptadas por esta comisión, y aprobadas en la bula Inter Gravissimas, fueron dos:

1.- Serán bisiestos todos los años múltiplos de 4, excepto los terminados en 00 cuyas primeras cifras no sean múltiplos de 4. Lo fueron 1600 y 2000, no lo fueron 1700, 1800, 1900. Caso curioso es 4000 que, siendo múltiplo de 4, la comisión determinó que no fuese bisiesto (¿?). Este último dato, personalmente, no me importa mucho.

2.- Saltar diez días en el calendario. Se pasó del jueves 4 de octubre al viernes 15 de octubre. En el transcurso de la Historia se perdieron estos 10 días.

Este calendario, llamado Gregoriano, está vigente a fecha de hoy y fue adoptado poco a poco por todos los países; primero los países católicos, en 1700 los luteranos (con 11 días de retraso respecto al nuevo calendario), en 1752 los ingleses… y los últimos, los griegos en 1927 (con 13 días de retraso). Esta disparidad de criterios dio lugar a que Cervantes y Shakespeare muriesen el mismo día -23 de abril de 1616- pero con 10 días de diferencia… los ingleses se regían por el calendario Juliano y los españoles por el Gregoriano. Así que, cuando murió Shakespeare en España el calendario marcaba el 3 de mayo. También se dieron otras circunstancias anómalas, como que los fallecidos el 4 de octubre no fuesen enterrados hasta el 15 de octubre -los diez días que se perdieron en la historia- o que un mes de febrero tuviese 30 días en Suecia.

Cervantes y Shakespeare

Cervantes y Shakespeare

La ingeniosa idea de Suecia para arreglar el error, y no tener que suprimir los diez días de golpe, fue adaptarse gradualmente: partiendo de 1700, y suprimiendo el día extra de los próximos 11 años bisiestos, calcularon que en 1740 ya estaría equiparados con el nuevo calendario. Cuando comenzaron a aplicar esta brillante medida, en 1700, se dieron cuenta de que en aquel momento estaban desfasados en un día con los que siguieron con el Juliano y diez con los que ya aplicaban el Gregoriano, con los consiguientes problemas en cualquier acuerdo comercial o político de ámbito internacional. Así que, en 1712, decidieron desfacer el entuerto y volver al Juliano… el día que había quitado en 1700 -en 1704 y 1708 ya no se quitaron-, lo volvieron a poner en 1712, también bisiesto, por lo que el mes de febrero de 1712 en Suecia tuvo 30 días. Así volvieron al Juliano, hasta que en 1753 se adaptaron al Gregoriano quitando 11 días.