Durante siglos, en diversas culturas de tradición, ha existido una relación entre ser prolífico en la descendencia y la obtención de poder y prestigio. Hoy pasa lo contrario, cuanto más éxito social menos descendencia se deja. Si hiciéramos un ranking de los humanos más conspicuos y concupiscentes (dejando aparte a Julio Iglesias) tal vez nos llevaríamos una sorpresa. De inmediato pensaríamos en jeques, rajás y sultanes árabes. Nos cuentan sobre ellos que cada noche se acostaban con una nueva mujer, virgen a ser posible, y ni ellos mismos sabían todos los hijos que tenían a lo largo de su vida. Pero eso nos suena más a leyenda de las mil y una noches que a la pura realidad. ¿O no?

Por cierto, los jefes mongoles, al igual que los sultanes de harenes, no sólo escogían para sus desposorios e himeneos a las mujeres más bellas, fuertes e inteligentes. Las «afortunadas» eran sometidas a unos análisis exhaustivos referentes a ciertas cuestiones tales como: ¿son nerviosas? ¿duermen bien o tienen pesadillas? ¿son limpias? ¿les huele la boca o expulsan aires pestilentes durante la noche? ¿roncan? ¿se cuidan el pelo? Las que superaban todas las pruebas eran tomadas como esposas o concubinas, las que suspendían eran rechazadas y devueltas a sus familias.

Harem

Según el almanaque de Gotha de 1826, el Maharajá de Lahore, Randsit Singh, jefe de los guerreros Sijs, figuraba entre los cabezas de familia con más prole. El almanaque afirmaba que en el año 1820, a la edad de 36 años, el Maharajá tenía ¡18.183 hijos! Y así siguió “dale que dale” hasta que murió en 1839. Lo poco que sabemos de las progenitoras es que cuatro de las esposas legales y varias concubinas fueron arrojadas a la fuerza a las llamas purificadoras con el cadáver del Maharajá. Con independencia de lo execrable de la existencia de estos ritos salvajes, la elevada cifra de hijos hace dudar a los amantes de las matemáticas. Suponiendo que Randsit Singh hubiera sido padre por primera vez a los 16 años habrían pasado 20 años hasta los 36, es decir, 7.300 días. Comparando el número de días con la de su prole, los datos no encajan. Resultaría un promedio de dos hijos y medio cada día. Mucho hijo me parece a mí o mucha puntería, mucha ayuda o mucho espermatozoide suelto incontrolado. Sin poner en duda la virilidad del Maharajá, lo lógico es suponer que hubo un error numérico en el almanaque. Me creo más la cifra de 183 hijos, aunque sigue siendo un tanto sospechosa.

El gran Gengis

Más verídicos son los datos de la prole que dejó Gengis Kan (1162-1227), creador del imperio mongol de los tártaros, el imperio contiguo más extenso de toda la Historia. Un estudio efectuado en 2003, analizando el ADN de más de dos mil varones de distintas partes de Asia, y siguiendo el rastro del «cromosoma Y», que se transmite en la línea masculina, de padre a hijo, el cual ha ido extendiéndose de generación en generación, llegaron a la conclusión de que al Gran Kan hay que atribuirle 16 millones de vástagos en todo el Asia Central, millón arriba o abajo, que para eso su verdadero nombre, Temujín, significa «el mejor acero». En otras palabras, sería el padre de uno de cada doscientos hombres vivos que hoy existen sobre el planeta. Para hacer un silbido de exclamación.

Gengis Kan

Gengis Kan

El citado estudio, dirigido por Chris Tyler-Smith, genetista evolutivo del Instituto Wellcome Trust Sanger en Hinxton (Reino Unido), descubrió que el 8% de los hombres en 16 poblaciones asiáticas (y el 0,5% de los hombres en todo el mundo) compartía secuencias casi idénticas del cromosoma Y de Gengis Kan. La variación que existía en su ADN sugiere que el linaje se inició hace unos mil años en Mongolia.

Para dejar un legado duradero hacen falta varias generaciones que se abran en abanico en una amplia zona geográfica. Y lo hicieron. Mark Jobling, genetista de la Universidad de Leicester, dirigió el estudio más reciente con la genetista Patricia Balaresque, de la Universidad Paul Sabatier de Toulouse. Dichos investigadores identificaron a los fundadores de otros dos linajes de «cromosoma Y» de gran éxito y proliferación: uno que comenzó en China con Giocangga, un gobernante de la dinastía Qing que murió en 1582, y otro que pertenece a la dinastía medieval Uí Niall de Irlanda.

Niall, el de los Nueve Rehenes y miles de descendientes

En Europa somos más modestos a la hora de engendrar vástagos. A Enrique, obispo de Lieja en el siglo XVII, se le atribuyen 61 hijos e hijas ilegítimos, mientras que otro obispo -también llamado Enrique– esta vez de Basilea, dejó 20 huérfanos ilegítimos cuando murió, nada mal para unas personas purpuradas que habían hecho voto de castidad.

Ahora bien, el europeo más prolífico en la historia fue un irlandés. Así lo indica un estudio genético del año 2006. Niall apodado «el de los nueve rehenes», un rey celta que vivió en el siglo V, produjo una prole que hoy cuenta al menos con tres millones de descendientes varones repartidos por medio mundo. Su «cromosoma Y» lo lleva uno de cada doce habitantes de Irlanda. Niall tuvo tiempo para hacer la guerra y el amor. A ellos hay que sumar muchos irlandeses descendientes de la emigración norteamericana: la misma tipología de cromosoma aparece en el 2% de los varones neoyorquinos. No es que Niall fuera un gran semental. Se cree que murió alrededor del año 455 y que tuvo entre ocho y doce hijos. La razón de la permanencia de su linaje es que la mayoría de sus descendientes se convirtieron en jefes o caciques de distintas áreas de Irlanda, en especial en el noroeste. Es allí donde hay una mayor concentración del idéntico «cromosoma Y», presente en uno de cada cinco varones. Esto es lo que asegura al menos un estudio realizado en el Instituto de Genética del University College de Dublín, después de examinar muestras de ADN de ochocientos hombres. Uno de sus descendientes murió en 1423 dejando 18 hijos varones, que había tenido de diez mujeres diferentes y 59 nietos. Por esta razón, apellidos como Gallaher, Boyle, Doherty, O’Donnell, O’Connor, O’Kane, Quinn o McGovern, entre una larga lista, son típicamente irlandeses y además permiten rastrear con facilidad el cromosoma Y de Niall en los albores de la Edad Media. También existen descendientes suyos en Escocia, donde el 16,7 % de la población masculina arrastra la misma especificidad genética.

Ismail el fértil y feliz sultán

La psicóloga Dorothy Einon evaluó si, desde el punto de vista de las probabilidades, podía ser cierto que un sultán marroquí llamado Ismail «el Sanguinario» hubiera tenido los 888 hijos que anuncia el Libro Guinness de los Récords. Moulay Ismail reinó desde 1672 hasta 1727, fue el primer gran sultán de la dinastía alauita de Marruecos, la actual casa real del reino y solo podría haber sido posible tanto hijo e hija si el gobernante hubiese tenido relaciones sexuales una vez al día durante 32 años seguidos. Según los informes de Dominique Busnot, diplomático francés que le visitó con frecuencia, el sultán podía haber tenido 1.171 hijos de cuatro esposas y 500 concubinas, allá por 1704. En aquella época, Ismaíl tenía 57 años y llevaba gobernando 32 años.

Muley Ismail

Muley Ismail

En un artículo publicado en la revista Evolution and Human Behavior, la psicóloga señaló que era prácticamente imposible tal prodigalidad. De acuerdo con sus datos, no está claro que un hombre pueda producir suficiente esperma fértil en cuatro o cinco eyaculaciones diarias durante 40 años, o que en sus años finales logre tener cuatro eyaculaciones diarias. Para alcanzar el objetivo de 888 hijos (y no digamos 1.171), Ismaíl tuvo que haber tenido coitos diarios con cinco mujeres diferentes durante sus últimos 40 años. Para quedar desfallecido o ayudado con bombonas de oxígeno. Otros estudios, en cambio, sí creen que alguien pueda tener tanta descendencia si tiene los medios y la biología propicia a su alcance. En el departamento de Antropología de la Universidad de Viena analizaron el método procreador de Moulay. El resultado es que necesitó solamente 27 esforzados años, desde los 18 a los 45, y le habrían bastado 65 mujeres. Salvando las distancias y las cantidades, es como aquél chiste de dos amigos que hace tiempo que no se ven y mantienen el siguiente diálogo:

-¿Y qué es de tu vida?
-Pues nada… me casé… tuve trece hijos…
-¿Todos con la misma?
-Sí, pero con diferente mujer.

La mayor madre de la historia

La madre, cuyo nombre desconocemos, fue una campesina rusa esposa de Feodor Vassilyev, que vivió en el siglo XVIII y tuvo 69 hijos, considerada oficialmente la madre con más hijos en el mundo.

Artículo escrito por Jesús Callejo en la revista iHstoria