Desconozco de dónde procede la costumbre de pedir un deseo cuando ves una estrella fugaz cruzando el firmamento, pero me gusta pensar que es por el motivo que viene a continuación.

En latín hay tres términos para decir “estrella”: stella, astrum y sidus, sideris. No son sinónimos puros, hay diferencias: stella es una estrella aislada, astrum indica cualquier cuerpo celeste (estrella, planeta…) y sidus se refiere a constelación o grupo de estrellas formando una figura; por eso en un principio solo se encuentra en plural.

Estrellas fugaces

A nosotros nos interesa la última forma: sidus, sideris. De aquí es de donde viene nuestro adjetivo castellano “sideral”. Pero no es la única palabra que ha llegado hasta nosotros de la estrella latina, pues el verbo considerarcum– (en castellano con-) más el lexema sider– y la desinencia verbal. El verbo latino considerare, en castellano considerar, significa, literalmente “con la constelación” y que evoluciona a “examinar con detenimiento o respeto”. Parece que el término proviene del arte augural, por tanto es una palabra muy arcaica. Del verbo considerare deriva el sustantivo consilium que evolucionará hasta consejo o deliberación.

Al igual que se formó con-siderare nace el término de-siderare (el futuro verbo castellano para desear) que en un principio significaba “dejar de ver, ausentar” y de ahí pasó a significar “buscar” o “desear” para volver a ver aquello que se perdió. Al fin y al cabo, un deseo es algo que no se tiene y se busca vehemente. Y al igual que surge el término con-siderare al añadirle la preposición, con el término stella nace nuestra con-stela-ción mediante el mismo mecanismo.

Y con el verbo desiderare, que acabamos de ver, nacen toda su familia léxica: desiderium “el deseo”, desiderosus “deseoso”, desiderativus nuestro adjetivo “desiderativo”.

Por tanto, las estrellas, los astros siderales (sidus viene de una raíz indoeuropea que significa “brillar”) están emparentados con los deseos. Y quizá por eso, usamos las constelaciones para adivinar el futuro y tal vez le pedimos los deseos a las estrellas, y más a las fugaces.

Colaboración de Rubén Ríos Longares