Cuando se eligió Papa a Juan XII en el año 955, debió de ser uno de esos días en los que el Todopoderoso estaba mirando para otro lado o despistado con otros menesteres, porque, en caso contrario, no se entiende. Puede que algo tuviese que ver el hecho de ser elegido a la temprana edad de 18 años -demasiados casos tenemos hoy en día en los que el poder y el dinero han echado a perder prometedoras carreras-, pero el caso es que desde el comienzo del pontificado tuvo una relación de amor-odio con el emperador Otón I, en la que ambos implicaban a terceros según su conveniencia. Otón I, harto de sus vaivenes, se plantó en Roma conminando al Papa a que dejase de jugar con él y, además, a que modificase su conducta licenciosa y depravada. Y como suelen hacer los cobardes y los culpables… huyó. Ante aquella situación, Otón I convocó un sínodo para juzgar en ausencia al Papa por las acusaciones de adulterio, asesinato, perjurio, simonía (compra o venta de cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias…) y todo lo que queráis añadir. El Papa contestó con una misiva en la que decía:

Yo, como Papa, sólo estoy sometido al juicio de Dios. Excomulgo a todos los presentes…

Papa Juan XII

Fue condenado por todos los cargos y se decidió nombrar nuevo Papa a León VIII. Incomprensiblemente, Juan XII tenía todavía muchos apoyos dentro de Roma y un año más tarde consiguió regresar triunfante. Roma recuperaba al mayor exponente de la lujuria y, ahora, de la venganza: excomulgó a León VIII y ordenó cortar las manos, las orejas y la nariz a todos los asistentes al sínodo. Pero cometió un error: acostarse con una mujer casada. Aquella pobre mujer no quedó rendida ante los encantos del Papa, ni se enamoró por sus poemas o los ramos de flores que le regaló, si es que alguna vez lo hizo, simplemente amenazó con excomulgarla si no accedía a satisfacer sus necesidades. Mientras el Papa estaba pecando contra el sexto mandamiento, los sorprendió el marido. Éste, sin tener en cuenta quién estaba profanando el altar de sus deseos, la emprendió a golpes con él. Tal fue la paliza, que Juan XII falleció a los tres días por las heridas sufridas… era el año 964 y dicen que todavía está deambulando por el Purgatorio y que ha montado un salón de masajes.

Referente a estos años, Liutprando, obispo de Cremona, escribió:

Cazando en caballos con arreos de oro, tuvieron banquetes ricos con las bailarinas cuando la caza había terminado, y se retiraron con estas putas desvergonzadas a las camas con sábanas de seda y cubiertas de oro y bordados. Todos los obispos romanos eran casados y sus esposas se hicieron vestidos de seda de las vestiduras sagradas.

Fuente: De lo humano y lo divino