Hasta hace unos meses los términos Grexit, Spexit o Brexit nos podían parecer el nombre de caballos de carreras o de nuevas bebidas energéticas, cuando en realidad son acrónimos anglosajones que se refieren a la hipotética salida de la UE de Grecia, España o Reino Unido, respectivamente. En esta ocasión, dejaremos a un lado el Spexit y el Brexit y nos centraremos en el Grexit. El pasado mes de julio, y en el tiempo de descuento, Grecia pudo salvar la salida aceptando las imposiciones de la Troika. Dicha salida habría supuesto, irremediablemente, volver al dracmaharto difícil porque, literalmente, no cabe en los monederos, rompe todos los bolsillos de los pantalones y llevarlo en la mano es un peligro para la integridad física de todos con los que te cruzas por la calle.

Ya hablamos en su momento de la economía sumeria que se basaba en el trueque, donde los reyes emitían anualmente tablas de equivalencias entre los diferentes productos con los que se comerciaba, siendo la plata el elemento estabilizador y de referencia. Imaginemos a un campesino que desea comprar un cordero para celebrar la boda de su hija y se encamina al mercado con una cierta cantidad de cebada para canjear. ¿Qué sucede si el tratante de ganado no necesita cebada? La solución era bien fácil. El campesino podía dirigirse a cualquier recinto sagrado donde le cambiaban la cebada por su equivalente en plata; con la plata en su poder, ya podía comprar el cordero con la confianza de que ese metal iba a ser aceptado por cualquier comerciante. Un elemento curioso es que esa plata que le daba el templo, se presentaba bajo la forma de anillos de 8 gramos de peso o espirales en caso de grandes cantidades. No solo podía llevarlos cómodamente en los dedos y brazos, sino que los anillos podían dividirse en cuatro partes de 2 gramos cada una, a modo de calderilla. Digamos que los anillos de plata hacían las veces de nuestro «dinero». Pues en el siglo V a.C. la unidad monetaria más utilizada para comerciar entre las ciudades-estado griegas era el dracma.

Dracma

Etimológicamente, la palabra dracma deriva del verbo δράττω que significa «agarrar un puñado«. El dracma de la Antigüedad, utilizado como moneda de cambio antes del uso de las monedas, era un puñado de seis varillas metálicas de hierro llamadas óbolos. Así que, de haber vuelto a «este dracma» todos los griegos llevarían los bolsillos agujereados, tendrían que haber fabricado unos monederos adecuados, a todos luces nada prácticos e incómodos, y habría sido un peligro ir por la calle con el dinero en la mano.. y no porque te lo fuesen a robar. Y hablando de robar, según nos cuenta el historiador griego Plutarco en su obra Vidas Paralelas, Licurgo de Esparta intentó acabar con los robos y la corrupción suprimiendo todas las monedas antiguas de oro y plata, y ordenando acuñar nuevas monedas de hierro asignándoles un valor tan escaso que los espartanos tuvieron que cambiar los monederos por carretas tiradas por caballos..

Y con sola esta mudanza se libertó Lacedemonia de muchas especies de crímenes; porque ¿quién había de hurtar o dar en soborno, o trampear, o quitar de las manos una cosa que ni podía ocultarse, ni excitaba la codicia, ni se podía obtener beneficio haciéndolo pedazos? […] Por cuanto una moneda de hierro, que era objeto de burla, no tenía ningún atractivo para los demás griegos, ni estimación alguna; así, ni se podían comprar con ella efectos extranjeros de ningún precio, ni entraba en los puertos nave de comercio, ni se acercaba a la Laconia o sofista palabrero, o saludador y embelecador, u hombre de mal tráfico con mujeres, o artífice de oro y plata, no habiendo dinero: de esta manera, privado el lujo de su incentivo o pábulo, por sí mismo se desvaneció; y a los que tenían más que los otros de nada les servía, no habiendo camino por donde se mostrase su abundancia, que tenía que estar encerrada y ociosa.

[Lógicamente, el dracma al que habría vuelto Grecia es el que abandonó tras adoptar el euro y que sólo se parece al puñado de seis óbolos en el nombre]