Es curioso constatar a qué punto las vanguardistas y sansirolés técnicas de autoayuda y desarrollo de la inteligencia emocional se nutren y beben de la fraseología popular, aunque ello quizá no debiera sorprender porque ésta suele estar basada en el sentido común, que, como es sabido, es el menos común de los sentidos y a algo tendrán que agarrarse los nuevos saberes postmodernistas. Porque resulta y es la cosa que unos muy acreditados terapeutas de pareja que responden a los nombres de Won-Gi Im, Stefanie Wilder y Miranda Breit han desarrollado una técnica que aquí se llama “Dar la vuelta a la tortilla” y que consiste en convencer al miembro de la pareja que sufre los infundados celos del otro para que represente de manera creíble el papel de cónyuge celoso sin revelarle al celoso verdadero y fetén que lo hará. Para quien aún no se haya perdido en este punto, la idea es llevar a cabo lo que, por ejemplo, se dice en el Diccionario de dichos y frases hechas de Juan Salanova como definición de “dar la vuelta a la tortilla”, que no es más que cambiar una situación por su opuesta.
Dicho todo lo anterior sin que se evidencie el menor interés en el asunto, lo verdaderamente sustancial y enjundioso del caso es saber de qué tortilla hablan los españoles cuando tal dicen y de ello deducir la antigüedad y solera del dicho.

dar la vuelta a la tortilla

Parece lógico pensar que la tortilla de referencia es la de patatas o española, cuya técnica de elaboración, dejando a un lado el siempre airado debate entre cebollistas y anticebollistas, requiere de una buena maña para el volteo de la segunda cara. Aceptada esta premisa, habría que convenir que el recorrido de la frase hecha es bastante corto y no iría más allá de la mitad del siglo XIX, que es el tiempo que la tortilla española lleva viviendo entre los españoles. Entre la historia y la leyenda se especula con la posibilidad de que el gran invento culinario lo hubiera protagonizado la propietaria de un caserío vasco donde recaló el general Tomás de Zumalacárregui cuando se dirigía a sitiar Bilbao en junio de 1835. La buena mujer quiso atender debidamente a sus ilustres y ocasionales huéspedes, pero, como consecuencia de los desastres de la guerra carlista, en su despensa no había más que una hogaza de pan, unas cuantas patatas, cebollas y los huevos que ese día habían puesto sus gallinas. Con aquello confeccionó una tortilla de patatas, que otros llaman española, cuyo primer catador hubiera sido el general ormaizteguiarra. Sea cierta o no el relato, lo que consta es que la tal tortilla se puso formalmente sobre la mesa poco antes o poco después de los hechos.

Así que, lo dicho, que el dicho es de escasa solera y que, como sostenía Ramón Gómez de la Serna, el mundo no es tan mundo como parece.

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