Dicen que la historia es la propaganda de los vencedores, pero ser olvidados formando parte del ejército vencedor es todavía más cruel. Esta es la historia de los 140.000 trabajadores chinos que fueron contratados por los Aliados en la Primera Guerra Mundial.

Los miles de bajas sufridas por franceses y británicos, especialmente en Somme y Verdún, durante los dos primeros años de la guerra, obligaron a los Aliados a retraer efectivos destinados en otros menesteres para cubrir las bajas en el frente de batalla. Esta solución dejó sin efectivos destinados a labores menos heroicas pero igualmente necesarias como la excavación de trincheras y letrinas, reparación de carreteras y vías férreas, carga y descarga de material… Así que, se contrataron trabajadores fuera de Francia e Inglaterra… concretamente en China. Como nación no beligerante, el gobierno chino no permitía contratar a sus ciudadanos para luchar pero sí como peones. Aunque los primeros en contratar a chinos fueron los franceses en 1916, el mayor número -unos 100.000- fue reclutado por el ejército británico creando los Chinese Labour Corps o CLC (Cuerpos de Trabajo Chinos).

CLC-Badge

Estos peones fueron reclutados de entre los campesinos de las zonas más pobres de China con la promesa de estar alejados de primera línea, de recibir un buen trato y un salario digno del que parte sería enviado a sus familias. Después de un largo y tortuoso viaje llegaban al frente occidental de Europa para trabajar durante 12 horas, los siete días de la semana, en condiciones penosas y sometidos a la estricta disciplina militar, sin ser militares. Sus condiciones de vida eran más parecidas a las de condenados a trabajos forzados que a trabajadores contratados: en sus horas de descanso debían permanecer recluidos en un campamento cercado, tenían prohibido confraternizar con el resto, eran identificados mediante un número, las cartas a sus familias debían entregarse abiertas para ser inspeccionadas… su única recompensa era un suministro abundante de cigarrillos.

CLC

Con el Armisticio de 1918 parecía que todo había terminado… pero no fue así. Más de la mitad de los trabajadores chinos -unos 80.000- permanecieron en Europa y fueron empleados en reconstruir las infraestructuras destruidas, rellenar las trincheras excavadas por ellos mismos, recuperar y enterrar los cuerpos de los soldados muertos todavía desperdigados en el campo de batalla en ocasiones plagado de minas -lo que les convirtió en detectores de minas humanos- y otras penalidades de este tipo. Según las fuentes francesas e inglesas, 2.000 trabajadores chinos murieron durante su servicio en Europa ya fuese como resultado directo de la guerra y, sobre todo, por la pandemia de la llamada gripe española; las fuentes chinas elevan este número hasta los 20.000. Se han identificado 40 cementerios repartidos por Francia y Bélgica en los que fueron enterrados sus cuerpos, siendo el más numeroso el de Noyelles-sur-Mer (Francia) en el que se han identificado más de 800 tumbas chinas. Excepto unos 5.000 chinos que decidieron quedarse en París, en 1920 todos los supervivientes habían regresado a casa.

Tumba CLC