Ya hablamos en su momento de los pavos utilizados como paracaídas en la Guerra Civil española, hoy les toca el turno a las ovejas paracaidistas italianas durante la invasión italiana de Abisinia (hoy Etiopía), también llamada la Segunda Guerra Ítalo-Etíope.

Con la idea de emular el Imperio Romano y basándose en máximas tan estúpidas como «las personas negras son inferiores a los blancos» o que «Italia necesita una salida a su exceso de población«, Benito Mussolini entró a sangre y fuego en África. Con el control de Libia, Somalia y Eritrea, puso sus ojos en Etiopía (junto a Liberia los dos únicos países no colonizados de África). Además, todavía escocía el primer intento por ocupar Etiopía en 1895, en la Primera Guerra Ítalo-Etíope, cuando el emperador Menelik II derrotó a los italianos. Después de un enfrentamiento fronterizo entre Eritrea y Etiopía, y en el que la Sociedad de Naciones, el organismo creado tras la Primera Guerra Mundial que iba a velar por la paz mundial, se lavó las manos, Mussolini decidió tomar la iniciativa… reagrupó sus fuerzas y lanzó una ofensiva desde Eritrea y Somalia en 1935.

Aunque el emperador etíope Haile Selassie había ordenado una movilización masiva y consiguió reunir un ejército de 500.000 soldados, la verdad es que la mayoría de ellos no tenían ninguna preparación militar y sus armas consistían en viejos rifles e incluso lanzas y arcos. El éxito de la invasión italiana dependía de su superioridad en armamento y de la rapidez de la invasión. Las fuerzas que atacarían desde Eritrea tenían un hándicap… debían atravesar el desierto de Danakil (conocido por su calor extremo y calificado por el National Geographic como «el lugar más cruel de la Tierra«).

Desierto de Danakil

Desierto de Danakil

Para atravesar lo más rápido posible aquel lugar infernal, se ordenó que los soldados llevasen lo imprescindible para poder soportar aquella caminata bajo condiciones extremas. Veinticinco aviones se encargarían de hacer llegar los suministros al ejército (agua, comida, munición…) lanzándolos en paracaídas. Como la carne fresca era imposible que se pudiese conservar con aquel calor sofocante, algún cerebro decidió que la mejor solución era llevar los animales vivos hasta allí y matarlos in situ… setenta y dos ovejas y dos toros fueron lanzados en paracaídas para alimento de los soldados italianos.

Oveja en paracaídas

Imagen: Old Magazine Articles