En junio de 1941, Hitler inicia la ofensiva en el Frente Oriental para invadir la Unión Soviética (Operación Barbarroja), un plan demasiado ambicioso. La brutal ofensiva alemana consiguió penetrar en las confiadas defensas del Ejército Rojo y ganar terreno rápidamente. No obstante, la llegada del invierno estabilizó el frente permitiendo que el Ejército Rojo se agrupase y desbaratar los planes de Hitler. Pero los soviéticos no estaban solos, recibieron la ayuda de los Convoyes del Ártico. En palabras de Winston Churchill…

The worst journeys in the world (Los peores viajes del mundo)

Inglaterra sabía que si Alemania tenía éxito en el Frente Oriental durante la invasión de
la Unión Soviética, volvería a centrar todas sus fuerzas en el Frente Occidental. Así que,
si ayudaban a los soviéticos a mantener a raya a los alemanes lo hacían también en su
propio beneficio. Lógicamente, no podían enviar suministros o armas por vía terrestre
o aérea, sólo quedaba la opción del mar… desde Islandia y, sobre todo, desde el Reino
Unido atravesando el océano Ártico hasta los puertos de soviéticos de Murmansk y
Arkhangelsk. Desde el mes de agosto de 1941, 78 convoyes consiguieron entregar
cuatro millones de toneladas de armamento (7.000 aviones, 5.000 tanques, municiones…)
combustible, alimentos y medicinas. Intervinieron 1.400 barcos mercantes protegidos
por barcos de guerra de la Royal Navy británica y 66.000 soldados británicos y marinos
mercantes. Además de los evidentes beneficios de la ayuda prestada, para Stalin fue una
prueba concluyente de que los aliados no iban a dejarles solos en su enfrentamiento con
Hitler.

En tiempos de paz no habría hecho falta llegar hasta el Ártico, pero Alemania controlaba
la península escandinava y patrullaba las aguas del Atlántico norte con buques de guerra,
aviones de la Luftwaffe y los temibles U-Boot (submarinos). Así que, la alternativa más
segura era la ruta del Ártico. Además de los alemanes, se enfrentaron a un peligro mayor:
el frío extremo, tempestades, enormes olas… y los icebergs.

Aprendimos lo que era el frío extremo cuando al coger las cadenas y los
cables sin guantes, nos arrancábamos la piel. […] El frío era inimaginable, pero
teníamos que salir a picar el hielo que se formaba sobre la cubierta atados con
cuerdas […] En ocasiones el barco se inclinaba hasta 45º…

Si durante el invierno el problema eran las terribles condiciones climatológicas, durante el
verano ártico, con sus correspondientes horas de sol casi perpetuo y las dificultades para
conciliar el sueño, los convoyes se veían obligados a navegar a plena luz facilitando su
localización a los alemanes… 85 barcos mercantes, 16 buques de la Royal Navy y más de
3.000 británicos se perdieron en la misión de ayuda a los soviéticos.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, las tensiones con la Unión Soviética dejaron a
estos héroes del Ártico marginados de cualquier reconocimiento. Setenta años después,
cuando David Cameron fue nombrado Primer Ministro del Reino Unido, consiguieron el
reconocimiento por el que llevaban décadas luchando… sólo unos 200 veteranos de los
convoyes del Ártico seguían con vida.

Lo importante no son las medallas, sino las historias que hay detrás.

Video:

Como mañana es un buen día para regalar o comprar un libro…

Nunca me aprendí la lista de los reyes godos2

Fuentes e imágenes: Mirror, Daily Mail, Eye Witness to History