En la Antigüedad y en la Edad Media, en contadas ocasiones, imperaba la cordura y para evitar baños de sangre innecesarios se acordaba que la batalla en cuestión se decidiese mediante un duelo entre los campeones de cada bando.

Cuando Tulio Hostilio (673 – 641 a.C.), el tercer rey de Roma, le declaró la guerra a la ciudad de Alba Longa se acordó arreglar la disputa mediante uno de estos combates, pero de una forma un tanto peculiar… lucharían hermanos trillizos por cada uno de los bandos. Los Horacios, en defensa de Roma, y los Curiacios por Alba Longa. El comienzo del duelo fue muy igualado pero, poco a poco, los Curiacios fueron acorralando a los romanos hasta que dieron muerte a dos de ellos. El tercero de los Horacios salió huyendo y los tres Curiacios, heridos de diversa consideración, lo persiguieron. Cuando ya los tenía donde él quería, cansados y heridos, se dio la vuelta y los mató uno a uno.

La entrada en Roma del Horacio fue triunfal, pero algo fallaba en este día de celebración… su propia hermana lloraba desconsolada. El regreso triunfal de su hermano significaba que todos los Curiacios habían muerto, nadie sabía que, en secreto, se había prometido con uno de ellos. Cuando su hermano comprendió lo que pasaba, la apuñaló diciendo:

Así mueren las mujeres romanas que lloran al enemigo.

Muerte de la hermana de los Horacios

Por el asesinato cometido fue condenado a muerte pero pudo salvar su vida cuando apeló al pueblo y su pena fue conmutada por el sororium tigillum: llevar un yugo que indicaba la sumisión a la voluntad de otro.