Los primeros vehículos autopropulsados, con sus enormes calderas de vapor, aparecieron en el siglo XVIII; el primer vehículo automóvil por motor de combustión interna con gasolina no llegaría hasta 1885. Lógicamente, y ante aquellos nuevos protagonistas, hubo que cambiar las normativas de circulación. Ya hablamos en su momento de The Locomotive Act o de la bandera roja, promulgada en Gran Bretaña en 1865, que establecía unos límites de velocidad de 6 km/h en el campo y 3 km/h en las ciudades además de la obligación de circular, delante del vehículo autopropulsado, un hombre con una bandera o linterna rojas advirtiendo a los peatones, jinetes y carros tirados por caballos de la proximidad de una máquina autopropulsada.

El 28 de enero de 1896, Walter Arnold de East Peckham (en el condado de Kent) se convirtió en la primera persona en Gran Bretaña que fue sancionada por exceso de velocidad. Circulaba a unas 8 millas por hora (casi 13 km/h) cuando la velocidad máxima permitida en ciudad eran 2 millas (algo más de 3 km/h). La sanción que se le impuso fue de un chelín y las costas del proceso. Lo curioso es que el policía que lo detuvo, tras la correspondiente persecución, iba en bicicleta. Ese mismo año, el 17 de agosto, Bridget Driscoll se convertía en la primera víctima. Arthur Edsell conducía su flamante Roger-Benz por el barrio de Crytal Palace (Londres) cuando atropelló a Bridget, al caer tuvo la mala suerte de golpearse la cabeza y fallecer al instante. Arthur circulaba a 4 millas por hora… también con exceso de velocidad.

Fuentes: Speed history, The Victorians