Nuestro archienemigo de hoy es otro bravo bárbaro del norte olvidado intencionadamente por la propaganda imperial de su época, pues suyo fue el terrible honor de haber sido el primero en derrotar y dar muerte a un emperador romano en el campo de batalla. Poco más nos ha llegado sobre el resto de su vida y obra, pero sí mucho del turbio contexto histórico que abocó en su rotunda victoria.

Vigésimo séptima entrega de “Archienemigos de Roma“. Colaboración de Gabriel Castelló

Prácticamente nada se sabe del origen de Cniva; su nombre le evidencia su origen godo (Kniwa, significa en esa lengua cuchillo, de ahí procede el anglosajón knife), y su aparición en la Historia viene derivada de la primera vez que su pueblo cruzó el limes danubiano dispuesto a saquear la provincia romana de Moesia. Procedentes del Báltico, probablemente del sur de Suecia, este pueblo germánico llegó a ocupar buena parte de la Dacia romana antes de atreverse con aquel objetivo tan suculento. Las fuentes históricas de origen griego nos hablan de que Cniva acaudillaba una coalición “escita”, afirmación entendible en su contexto pues este rey godo estaba a la cabeza de una soberbia migración multiétnica en la que, a buen seguro, también había vándalos asdingos, sármatas, bastarnas e incluso algunos desertores romanos, quienes serían sus guías en tierras desconocidas. El término escita no es estrictamente correcto para definir a todos estos bárbaros del noreste; se debe a que, para muchos historiadores del momento, todos aquellos pueblos más allá de los Cárpatos eran considerados como escitas, aludiendo a los legendarios jinetes arqueros de las estepas euroasiáticas.

Traianus Decius

De quien sí que sabemos mucho más es del que fue su adversario. Gayo Mesio Quinto Decio, nacido en Budalia, Iliria (Martinci, Serbia) en el 201, llegó a la más alta dignidad imperial en el 249 de nuestra era. Gran admirador del primer emperador hispano desde sus años como gobernador de la Tarraconense, adoptó el nombre de Decio Trajano en cuanto fue investido como emperador por el Senado. Claramente dispuesto a recuperar la maltrecha situación del Imperio, se dispuso a reformar el estado para sacarlo de la profunda crisis en la que estaba sumido. Persiguió a los cristianos con encono, siendo considerado por la Iglesia como “un feroz tirano”. De mentalidad parecida a Trajano, y a los posteriores Aureliano y Juliano, estaba convencido de que el cristianismo era un cáncer para el Imperio y de la absoluta necesidad de volver al culto de los dioses patrios. Pero, por desgracia, Roma no sólo tenía problemas internos. Su antecesor en el trono, el débil Marco Julio Filipo, Filipo el Árabe, había resuelto el problema godo pagando ingentes tributos a cambio de paz. Cniva y los suyos entendieron que dicho tratado expiró con su valedor, pues éste murió en Verona en el 249 en combate frente al nuevo césar proclamado por las legiones, Decio, así que en la primavera del 250 los godos cruzaron el Danubio en Novae (Svishtov, Bulgaria), tomándola al asalto y asolando después media Moesia a su paso. Esta situación tan complicada obligó al nuevo regente del Imperio a dejar aparcado su programa reformista, ponerse al frente de las legiones y marchar hacia el Danubio dispuesto a atajar el problema godo.

Nikopolis ad Istrum

Los bárbaros tenían Nicopolis ad Istrum (Nikyup, Bulgaria) cercada cuando las enseñas imperiales aparecieron en lontananza, sorprendiendo a los sitiadores. Cniva, no dispuesto a presentarle batalla al emperador en aquel terreno desfavorable, levantó el sitio de forma atropellada y se replegó hacia Philipolis (Plovdiv, Bulgaria) rodeando el monte Haemus. La treta de Cniva fue digna de un gran estratega, pues fue Decio el sorprendido unos días después en Augusta Traiana (también conocida por Beroë, es la actual Stara Zagora, Bulgaria) cuando los godos asaltaron su campamento, lo saquearon y dispersaron a las legiones. Era la primera vez que un emperador romano huía de un caudillo bárbaro, un peligroso precedente que empeoraría durante aquella misma campaña.
El desconcierto en las filas romanas fue utilizado simultáneamente tanto por el enemigo bárbaro como por el adversario político de Decio. Al inicio del verano del 251, Cniva ordenó tomar al asalto Philipolis con suma crueldad. Miles de ciudadanos fueron violentados y esclavizados o asesinados durante el severo pillaje. Mientras tanto, el hermano de Filipo el Árabe, Gayo Julio Prisco, se hizo proclamar emperador en la vecina Tracia. El problema de aquel inoportuno usurpador se resolvió solo, pues Prisco fue asesinado poco después, pero el feo asunto godo no parecía tener tan fácil solución.

Decio, horrorizado y encorajinado por los testimonios de los pocos supervivientes que pudieron escapar del horror de Philipolis, reagrupó sus tropas frente aquella ciudad, tratando de envolver a Cniva. El caudillo godo, sabedor de la dificultad de mantener un asedio con hombres cansados dentro de una población masacrada y sin víveres, optó por retirarse con el ingente botín de guerra y los nobles cautivos hacia un lugar que le permitiese tener camino expedito al Danubio, dividiendo su ejército en pequeños grupos difíciles de apresar por su gran movilidad. Decio les siguió, metiéndose él mismo si ser consciente de ello en una trampa letal. El lugar en el que Cniva decidió que había llegado el momento de reunirse y combatir fue un paraje cenagoso en la Ludogorie (“la región de los bosques salvajes”, en la mesera de Dobruja, actual Bulgaria nororiental), cerca de la pequeña población de Abrittus, también conocida como Forum Terebronii (a un kilómetro de la actual Razgrad) El rey godo conocía muy bien el terreno, aventajando en ello a su adversario. Este lugar insignificante próximo a un espeso pantano de Moesia estaba a punto de pasar a la Historia.

Guerreros godos

Hay disparidad de fechas según las fuentes consultadas, desde la segunda semana de Junio a mediados de Agosto, aunque la más referida es el primero de Julio del 251. Fuese cuando fuese, los hombres de Cniva, muy probablemente hambrientos y desesperados, se enfrentaron con las legiones comandadas por el emperador Decio en aquella inmensa ciénaga de Abrittus. Cniva dividió su ejército en tres partes, ocultando la más numerosa de ellas en el pantano. Según Jordanes, al inicio de la batalla, Herenio Etrusco, el hijo del emperador, fue alcanzado por una flecha, con tan mala fortuna que le causó la muerte. Como gesto de entereza para alentar a sus hombres, se dijo que su propio padre exclamó:

Que nadie llore; la muerte de un soldado no es gran pérdida para la República

Quizá alentados por el coraje del emperador, quizá obcecados en una lucha atípica para la férrea disciplina militar romana, o quizá atraídos por la artimaña de Cniva de aparentar debilidad cuando el grueso de su ejército permanecía esperando agazapado en aquel lodazal, el ejército imperial se fue empantanando más y más en aquella charca de Abrittus, engañado por su temprano éxito, y acabó combatiendo entre el barro hasta que la treta del godo invirtió el equilibrio. El ejército romano fue totalmente aniquilado. El emperador Decio murió junto a sus hombres en aquella desastrosa batalla. Con estas palabras lo reflejó el historiador Sexto Aurelio Víctor:

… Decio, mientras perseguía a los bárbaros al otro lado del Danubio, murió por traición en Abrito después de reinar dos años… Muchos cuentan que su hijo cayó en batalla mientras dirigía un ataque demasiado audazmente; el padre, en cambio, había afirmado enérgicamente que la pérdida de un soldado parecía demasiado insignificante para preocuparse. Y así siguió con la guerra, y murió de manera parecida mientras peleaba enérgicamente…

Y así lo describió años después Lucio Celio Lactancio, historiador cristiano y, por lo tanto, enemigo de la memoria y valentía del emperador pagano:

…fue repentinamente rodeado por los bárbaros, y le mataron, junto con gran parte de su ejército; no pudo ser honrado con los ritos de la sepultura, sino que, despojado y desnudo, yació para ser devorado por las fieras salvajes y las aves, un final adecuado para el enemigo de Dios…

La presunta traición que mentaron Aurelio Víctor o Zósimo en sus crónicas de este infame episodio de la Historia de Roma se basó en rumores malintencionados que atribuían la muerte de Decio a una conspiración secreta entre su legado Gayo Vivio Treboniano Galo y los godos, felonía que nunca se pudo demostrar. Su inmediata adopción de Gayo Valente Hostiliano, el segundo hijo de Decio, de apenas un año de vida y heredero tácito de la púrpura imperial, pone en contradicción semejantes y aviesos planes, así como que los mismos legionarios supervivientes encumbrasen como nuevo emperador al autor de tamaña catástrofe si era sospechoso de haber causado tantas muertes entre los suyos. De todos modos, la peste bubónica que asoló Roma un año después se llevó al chico, y con él las sospechas de una posible usurpación.

Como artífice de la masacre de Abrittus, Cniva entró en la Historia como el primer rey godo en enfrentarse a las legiones dentro del limes, vencerlas y ser verdugo de un emperador de Roma. Decio fue el primer emperador en morir al frente de sus tropas durante una batalla, algo tan deplorable para un Imperio que comenzaba a agotarse moral y económicamente que, quizá a causa de esta ignominia, o a raíz de otras calamidades que sobrevinieron después, sobre los Decii cayó una damnatio memoriae. Treboniano Galo no tuvo más remedio que pactar con Cniva un enorme tributo compensatorio antes de tener que cederles territorio romano. Nada más se supo de él. A su muerte siete años después de la batalla de Abrittus, su pueblo se dividió en dos grandes grupos, los godos del Este (Ostrogodos) y los del Oeste (Visigodos)

El intrépido rey Cniva había abierto un camino sin retorno para otros caudillos bárbaros venideros: Roma no era invencible, sus emperadores también podían morir en combate y las provincias del Imperio quizá pudiesen ser sus nuevas tierras…

Todos los seguidores del blog sabéis que el autor de las series Archienemigos y Costumbres de Roma es el magister Gabriel Castelló que acaba de lanzar, y yo recomiendo encarecidamente, Devotio, los enemigos de César (lo podéis adquirir en la tienda Amazon en formato ebook por 2,84€)

¿A qué extremo te pueden llevar tus convicciones? ¿Matarías o morirías por un ideal? DEVOTIO es la epopeya de dos hombres, separados por el tiempo, pero unidos en su lealtad extrema a sus creencias. Recorriendo estas dos historias paralelas, la de Eutiquio de Osca en tiempos de Diocleciano, y la de Lucio Antonio durante la Guerra Civil, el lector conocerá la turbulenta Hispania romana en dos momentos muy diferentes, la República y el Imperio, la creación del estado más grande de su tiempo y la corrosión interna de un mundo decadente.