Durante los primeros años de la Primera Guerra Mundial, EEUU se mantuvo neutral. Y aunque siempre simpatizó con la causa aliada, aquella no era su guerra y, además, no veía peligrar sus intereses. La opinión pública se encontraba dividida hasta que en mayo de 1915 un submarino alemán hundió, cerca de Irlanda, el trasatlántico inglés RMS Lusitania con más de 100 americanos a bordo. Cierto es que la embajada alemana en Washington había emitido un comunicado de aviso:

AVISO ! LOS VIAJEROS que tengan la intención de embarcarse en el viaje por el Atlántico: se les recuerda la declaración de guerra entre Alemania y sus aliados y Gran Bretaña y los suyos, y que la zona de guerra incluye las aguas adyacentes a las Islas Británicas, que, de conformidad con los pertinentes avisos dados por el Gobierno Imperial alemán, los buques que enarbolen la bandera de Gran Bretaña, o cualquiera de sus aliados, podrán ser destruidos en esas aguas y que los viajeros que navegan en la zona de guerra en los barcos de Gran Bretaña o de sus aliados lo hacen bajo su propio riesgo. IMPERIAL EMBAJADA DE ALEMANIA en Washington, DC 22 de abril 1915

Alemania reaccionó rápidamente y puso en alerta a su embajador, Johann Heinrich von Bernstorff, para que mantuviese a la opinión publica dividida y sabotease los envíos de fenol (utilizado para la fabricación de explosivos) a los británicos. Aun siendo Gran Bretaña el primer productor de fenol, importaba la escasa producción de la industria americana. Hasta que… apareció Thomas Edison. Tras la invención del fonógrafo, Edison había lanzado su sello discográfico Diamond Disc y los discos en los que se hacían las grabaciones estaban hechos de una sustancia plástica llamada baquelita que, casualmente, resulta de la condensación del fenol con el formaldehído. Así que, dada la escasa producción americana de fenol decidió crear su propia fábrica capaz de fabricar doce toneladas al día.

Edison

Los alemanes debían impedir que el exceso de producción de Edison cayese en manos británicas. Johann Heinrich von Bernstorff lo puso en manos de Hugo Schweitzer, uno de sus agentes que, además, era químico. Schweitzer, como buen químico, recordó que el fenol también se utilizaba en la fabricación del ácido acetilsalicílico (aspirina) y que desde el comienzo de la guerra, tras dejar de exportar Gran Bretaña el fenol, la firma Bayer tuvo que reducir la producción de aspirinas. Apelando a la conciencia de Edison, Schweitzer lo convenció para firmar un acuerdo comercial con Alemania y destinar el exceso de fenol a fines farmacéuticos antes que militares. Una jugada maestra…

Aspirina

Lamentablemente, para los alemanes, la trama se destapó. El servicio secreto americano tenía vigilado al enlace de Schweitzer con el embajador y consiguió el maletín en el que se detallaba todo el plan. Tampoco podían detener al químico porque EEUU todavía no había entrado en guerra, lo haría en 1917, y tampoco eran ilícitos los acuerdos comerciales con Alemania. El que sí se sintió engañado fue Edison que, rápidamente, rompió el acuerdo y vendió todo su excedente al ejército americano… y éste al británico.

Fuentes e imagenes: Highbeam, allBusiness, Wikipedia