Los que han probado las angulas, mi bolsillo sólo me permite las de Aguinaga, dicen que es un manjar exquisito… que ya cataron y degustaron los romanos, aunque eran más de los padres de las angulas, las anguilas, y las morenas. Si dejamos a un lado el mal olor, poco tendría que envidiar un plato romano como la anguila o morena acompañada de garum ibérico al all i pebre de anguiles (anguilas con ajo y pimienta) de la Albufera de Valencia. En tiempos de Julio César se llegó a ofrecer un banquete para el pueblo de Roma con más de 6.000 morenas.

Murena

Según nos cuenta Plinio el Viejo en su Historia Natural (Naturalis Historia) hubo un cónsul romano, Lucio Licinio que adoptó el «apellido» de Murena (morena) por su afición a estos animales, incluso llegó a construir un vivero donde las criaba. Fue gobernador de la Galia Transalpina y poco antes de ser nombrado cónsul, 62 a.C., fue acusado de soborno y defendido, con acierto, por Cicerón y Marco Licinio Craso (después triunviro). Otro Craso, tío de Marco Licinio Craso, fue un caso particular en su devoción, y digo bien, por estas «serpientes de mar»:

Se cuentan cosas encantadoras de la murena del romano Craso que iba engalanada con pendientes que llevaban incrustadas piedras preciosas igual que una moza lozana; que, si la llamaba Craso, reconocía la voz, emergía a la superficie, y que, si le ofrecía, fuera lo que fuera, ella lo tomaba prontamente y lo comía con sumo apetito. Y ocurrió, según tengo oído, que cuando esta murena dejó este mundo, Craso lloró por ella y hasta la enterró. Y, cuando una vez Domicio le dijo: ‘¡Tonto que lloraste por una murena que se murió!’, él replicándole, le espetó lo siguiente: Yo lloré por un animalillo, tú, en cambio, que enterraste a tres esposas no has llorado por ellas”

Fuentes e imagen: Muranea helena, Historiadores de la cocina, Serpientes de mar