Sin duda se trata de una pregunta realmente extendida en el mundillo de la Historia, concretamente en el de la Historia Infusa, rama que, afortunadamente, dominamos a la perfección.

Por todos es conocido que las Meninas descienden por línea paterna de la noble y a la vez encabronada tribu de los pigmeos velazquiensis. Este acervo genético ha dotado a sus descendientes de pequeños cuerpos humanoides, grandes cabezas y faldas de ancho vuelo, así como de un perrito faldero que acompaña sin descanso en sus comitivas.

Son típicas, a su vez, las escenas campechanas en las que la familia de velazquiensis comparten habitáculo durante horas, acompañadas en ocasiones por indivíduos de otras especies, como nobiles regios o pintoris erectus.

Tras esta breve introducción y abordando el fondo de la cuestión que nos ocupa, cabe destacar que la creencia de que las meninges de las velazquiensis son mínimas está basada en una falsa base por altura partido por dos.

Puede observarse a simple vista, que el cráneo de estos indivíduos es, en proporción, desproporcionado y enorme en enormeza y/o enormidad (que de las tres formas se puede decir). Este hecho fisiológico, unido a los tremendos dolores de cabeza que sufrían las velazquiensis, constatados tras el estudio de fósiles hallados en la ciudad de Toledo, Michigan, nos demuestra de forma empírica que el tamaño de las meninges en esta familia de homínido no era precísamente mínimo.

Podemos, por tanto, y sin miedo a equivocarnos, extraer la conclusión de que Las Meninas tenían las meninges máximas.

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