A los lógicos problemas dentales por la falta de higiene, vino a añadirse el mejor aliado para las caries, el azúcar. Durante el siglo XVII ya se consumía azúcar  en todo el mundo y la profesión de dentista comenzó a ganar prestigio… y dinero. Las primeras prótesis dentales podían ser de madera, porcelana y, sobre todo, marfil,  y los dientes que en ella se incrustaban eran piezas de animales, de condenados a muerte e incluso de alguna profanación de tumbas. Cumplían, a su manera, estéticamente, pero poco más. Los dientes utilizados dejaban mucho que desear y eran difíciles de conseguir. La gran «revolución» de los dientes postizos se produjo con la batalla de Waterloo (18 de junio de 1815).

Napoléon salió derrotado y en el campo de batalla quedaron unos 50.000 soldados muertos de ambos ejércitos. La mayoría de estos soldados eran jóvenes y estaban sanos… sinónimo de dientes sanos. A la mayoría de ellos, antes de enterrarlos, se les sacó los dientes que, en su totalidad, fueron a parar «al mercado inglés«. A este tipo de dentaduras se les denominó «Waterloo Teeth» (dientes de Waterloo) y durante varios años se siguió llamando así a todas las dentaduras postizas elaboradas con dientes sanos, independientemente de su procedencia.

Era todo un lujo llevar una «Waterloo Teeth».

Batalla de Waterloo

Fuentes: BBC, A Web of English History, Crisol