El Renacimiento, un periodo que rompía con la oscura, brutal y «bárbara» Edad Media, y en el que florece la cultura, el arte y el humanismo, también vería nacer el primer impuesto sobre la renta.

En la Florencia de 1427 se instituyó el castato (catastro) como un registro de la titularidad de las tierras. En base a este registro se estableció el primer impuesto sobre la renta de toda la historia que rompía con los impuestos medievales (todos indirectos). Según este impuesto todos los cabeza de familia debían presentar, cada tres años, un informe de su «riqueza»: ingresos, propiedades, deudas y los miembros que constituían la familia. Además, era un impuesto progresivo (a mayor ganancia o renta, mayor es el porcentaje a pagar) y, a diferencia de los actuales, se podían incluir quejas, peticiones personales, sugerencias… Por otra parte, también existían las «benditas» exenciones, como los inmuebles y obras de arte.

En este periodo adquiere una gran importancia la figura del mecenazgo, como patrocinio financiero a artistas  para el desarrollo social y cultural de la sociedad. Una de los más importantes fueron los Médicis, entre cuyo artistas apadrinados estaba el gran Miguel Ángel (Michelangelo), que ahora, tras este «descubrimiento«, me asalta de la duda de si lo hacían por amor al arte o por las exenciones fiscales.

Se puede consultar el catastro de Florencia de 1427 (inglés).