Siempre se ha dicho que la avaricia, la codicia, el dinero… ciegan, te impiden ver el resto del paisaje. Pues con esta anécdota de John Henry Newman queda demostrado científicamente.

John Henry Newman (1801 -1890) fue un presbítero anglicano convertido al catolicismo en 1845 – Enrique VIII debió removerse en su tumba-. El Papa León XIII le nombró cardenal y fue beatificado en 2010 en una ceremonía que presidió el Papa Benedicto XVI en el Reino Unido. En su juventud luchó, dentro del Movimiento de Oxford, por la recuperación de las raíces católicas en Inglaterra.

En cierta ocasión, siendo ya cardenal, mantenía una charla con un importante hombre de negocios que alardeaba de sus riquezas y se ufanaba de sus escasas, o nulas, creencias religiosas. Newman, descendiente de banqueros y comerciantes, sabía que para «llegar» a este individuo no le servirían profundos discursos basados en la fe, sino algo práctico y, sobre todo, sencillo.

Cogió un pedazo de papel y escribió «DIOS». El pedante ricachón lo leyó y encogió los hombros.
Newman sacó de su bolsillo una moneda y la puso sobre la palabra tapándola, y le preguntó:
– ¿Ve lo que he escrito ahora?
– No. Sólo veo dinero
– Efectivamente, porque el dinero le ciega e impide ver a Dios.

Y donde escribió Dios se puede escribir: comprensión, solidaridad, amistad, amor, sacrificio… Sólo hay que cambiar el tamaño de la moneda, o utilizar un billete, para hacer esta prueba con la gente sin escrúpulos que sólo vive por y para el dinero.

Fuente: El parche de la princesa de Éboli – Mª Pilar Queralt.