Hablamos de Etienne Bottineau (Francia, 1739 – India, 1789).

Tras pasar varios años como marinero mercante, decidió enrolarse en el Marina francesa para, en sus múltiples momentos de asueto, poder investigar una teoría que le rondaba la cabeza. Según Bottineau:

Un barco que se aproxima a tierra produce un efecto visible en la atmósfera que podría ser visto por un ojo experto y poder predecir la llegada de un buque antes de que sea visible en el horizonte. Bautizó este don, aunque él lo llamaba investigación científica, como Nauscopy.

Tratado por loco, abandonó la Marina y se retiró a Isla Mauricio para seguir sus investigaciones. Era el lugar perfecto: aguas tranquilas, cielo despejado y pocos barcos.

Al principio, hacía apuestas en el muelle con la llegada de los barcos y para los lugareños era una diversión más. El caso es que, entre café y café gratis, logró predecir la llegada de 575 buques a lo largo de 4 años (1778 a 1782) con tres días de antelación. El gobernador de Isla Mauricio llegó a ofrecerle 10.000 libras y una pensión anual de 1.200 libras si revelaba su secreto.

Bottineau rechazó la propuesta y regresó a Francia para ofrecer el «descubrimiento» a su patria. Allí, las cosas no fueron bien, incluso se mofaron de él. Fontenay, director del Mercure de France, llegó a decir que «no eran buques en el mar, sino castillos en el aire«. Abandonó Francia y falleció, pocos años más tarde, en Pondicherry (India) en la más absoluta de las miserias.

Murió sin desvelar el secreto del Nauscopy.

Fuente: Song of Liberty, Nauscopy, Biography of Nauscopy