En la versión más extendida sobre los cinturones de castidad los caballeros «ponían» estos artilugios a sus damas para proteger su «más preciado tesoro» y, así, partir tranquilos a luchar contra el infiel. Estos artilugios, normalmente metálicos, se colocaban entre los muslos de la mujer y tenían dos orificios que permitían evacuar la orina, las heces y la sangre menstrual, pero impedían la entrada de osados visitantes.

Otras versiones, no tan novelescas, van tomando cuerpo y niegan la anterior basándose en los problemas de salud (úlceras, laceraciones…) que podría acarrear el uso durante largo tiempo (las guerras podían durar meses o incluso años) de estos «accesorios». Es más, creen incluso que podrían ser utilizados, en versiones más «llevaderas» y durante cortos espacios de tiempo, por las propias mujeres para protegerse de las frecuentes violaciones sobretodo durante acuartelamientos de soldados, travesías de mar…

Y para rizar el rizo, el médico escocés John Moddie apuntaba que se utilizaban para evitar la masturbación de las mujeres. Y en este punto llegamos a este «palabro», la infibulación.

La infibulación fue un invento del alemán S.G. Vogel en 1786 y consistía en encerrar en cajas portátiles ambas manos, con objeto de impedir la masturbación. Normal si pensamos que para este individuo la masturbación era una enfermedad.

P.D.: Según la RAE el verbo infibular significa colocar un anillo u otro obstáculo en los órganos genitales para impedir el coito y la infibulación ha derivado en la mutilación de los genitales femeninos.

Fuente: Historias curiosas de la Medicina – Luciano Sterpellone
Foto: Tienda Medieval