La medicina ha estado impregnada de creencias, rituales, magos… con el tiempo todos estos arribistas e iluminados se han ido cayendo por el camino y la medicina se convirtió en una verdadera ciencia disciplinada de la salud.

Algún iluminado del siglo XVIII se le ocurrió que para curar la ictericia se debía tomar, por vía oral, tres piojos vivos. Para hacerlos más «comestibles» se podían tomar con leche, con aceite crudo o enharinados.

La explicación… Los piojos llegan al estómago, como son resistentes a la acción de los jugos gástricos, superan el píloro y entran en el duodeno «cosquilleando» sus paredes. Este cosquilleo provoca en la pared duodenal unas contracciones que favorecen el flujo de bilis que hace que, en el caso de la ictericia post hepática por obstrucción del colédoco, se desbloqueen las vías biliares. Lógicamente, el cosquilleo sólo se podía producir si los piojos estaban vivos. El número de piojos, tres, es un misterio.

Algunos se dedicaban a «cazar» los piojos para abastecer a los «médicos» que utilizaban estas artes. Un ejemplo de esta «digna profesión» lo tenemos en unos versos del poeta y dramaturgo italiano Giggi Zanazzo:

… agarraba las pulgas y piojos
y para no perder tiempo, los empaquetaba.

Menos mal que la medicina ha avanzado en las técnicas para curar la ictericia y otros males. Seguro que más de uno se está rascando la cabeza, no?

Fuente: Historias curiosas de la Medicina – Luciano Sterpellone