Ya comentamos que los años de la dictadura fueron tiempos de cartillas de racionamiento, de penurias, de escasez… Pero también dicen que el hambre agudiza el ingenio y de éso en este paí­s vamos «sobraos» (o eso me gusta creer).

Las cartillas de racionamiento, vigentes hasta 1952, eran de tres clases dependiendo del poder adquisitivo. Aunque su contenido podí­a variar, con estas cartillas se tení­a derecho a 125 gramos de carne, 1/4 litro de aceite, 250 gramos de pan negro, 100 gramos de arroz, 100 gramos de lentejas o garbanzos, un trozo de jabón y un huevo. Lógicamente la cantidad de comida era insuficiente y la gente tení­a que buscarse la vida. Los gatos se degustaban por liebres («dar gato por liebre»), patatas a lo pobre, patatas al Avión (patatas hervidas con laurel y un toque de colorante marca «el Avión»), leche aguada, guisos de castañas y bellotas, achicoria por café… Pero el más curioso de todos: «tortilla de patatas sin patatas ni huevos».

La parte blanca de las naranjas situada entre la cáscara y los gajos (no sé cómo se llama) se apartaba y se poní­a en remojo a modo de patatas cortadas. Los huevos eran sustituidos por una mezcla formada por cuatro cucharadas de harina, diez de agua, una de bicarbonato, pimienta molida, aceite, sal y colorante para darle el tono de la yema.

No sé cuál serí­a el resultado final de esta peculiar tortilla pero no me diréis que no era ingenioso.
Fuente: Los años del miedo – Juan Eslava Galán