Nos trasladamos a la Habana del siglo XVIII, allí­ tenemos a un alicantino, de Petrer,  Juan de Miralles Trailhon. En 1740 habí­a llegado a Cuba con una pequeña fortuna que le sirvió para cortejar, y más tarde poder desposar, a Mª Josefa Eligio de la Puente, la soltera más deseada de toda la isla por su belleza y por las posibilidades económicas de su familia.

Con los contactos de su familia polí­tica, su astucia y su escasez de escrúpulos logró amasar una inmensa fortuna comerciando con azúcar, café, tabaco, cacao… y esclavos. El gobernador de la isla hacia la vista gorda cuando comerciaba con el «enemigo» inglés asentado en la Florida porque informaba de los movimientos de los ingleses. Era un agente secreto al servicio de la corona española.

Tras la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, el 4 de julio de 1776, de las Trece Colonias británicas, Carlos III decidió apoyar la independencia para debilitar a nuestro enemigo y sacar tajada más tarde. En 1777 el Capitán General de Cuba, Diego José Navarro, nombró a Juan Miralles embajador para negociar con las Trece Colonias. Tras varias visitas a los rebeldes americanos en las que ofrecí­a apoyo militar y financiero logró ganarse la confianza, e incluso la amistad, del futuro primer presidente de los EEUU, George Washington. En una visita a Morristown – campamento de invierno de los rebeldes – contrajo una enfermedad pulmonar. Ni el médico personal del general, ni los cuidados de la futura primera dama pudieron salvarle la vida. En 1780 morí­a en la casa de George Washington.

En su entierro se rindieron honores militares como si fuese un jefe de Estado y buena prueba de la amistad con George Washington es la carta que éste le remitió a su viuda:

Todas las atenciones que me fue posible dedicar a su fallecido esposo fueron dictadas por la amistad que sus dignas cualidades me habí­an inspirado.

George Washington

George Washington