El pueblo judí­o ha sido ví­ctima, a lo largo de los años, de abusos, masacres, injusticias… Si rápidamente nos viene a la cabeza el holocausto nazi, por su proximidad temporal y múltiples testimonios, no es menos cierto que existen otros muchos actos, menos conocidos, pero tanto o más horrorosos.

Han sido acusados de matar a Cristo, de ser los responsables de la peste, de cometer crí­menes rituales… y de intentar envenenar a los cristianos.

Nos vamos a trasladar a la Francia del siglo XIV, concretamente al año 1321, donde se «descubre» que los leprosos tení­an planeado envenenar el agua de fuentes y pozos. Los leprosos comenzaron a ser quemados y uno de ellos, ante su inminente muerte, confiesa que han sido pagados por los judí­os para acabar con los cristianos. Sin más prueba que esta «supuesta confesión» comienza la caza del judí­o, los que tienen más suerte son expulsados… otros serí­an asesinados o quemados.

El supuesto veneno utilizado para «matar cristianos» estarí­a compuesto por sangre humana, orina, hostia consagrada y algunas hierbas, todo ello desecado, reducido a  polvo e introducido en bolsitas provistas de pesos para hundirse.

Las consecuencias de este «complot» fueron la expulsión definitiva de los judí­os de Francia en 1323 por Carlos IV y el exterminio de los leprosos. En mi tierra lo llaman «matar dos pájaros de un tiro«.