Tras del Decreto de Conversión de 1502, los musulmanes residentes en la pení­nsula tienen dos opciones: la conversión forzosa al cristianismo (moriscos) o abandonar la pení­nsula.

Sus orí­genes, sus casas, sus posesiones y sus familias estaban aquí­, ¿por qué habí­an de marcharse?. Así­ que, se convirtieron en masa; pero era una conversión, simplemente, formal. Siguieron manteniendo sus costumbres y ritos en la intimidad. La Iglesia habí­a conseguido sus objetivos – al menos aparentemente – y la situación se calmó. Pero los cristianos viejos (los auténticos) recelaban de los moriscos: veí­an como mantení­an sus costumbres, ropajes, cultura; eran la mano de obra barata para las explotaciones agrí­colas (¿les suena de algo?) y se pensaba que apoyaban, desde el interior – cual tercera columna -, a los piratas berberiscos del Mediterráneo. Los monfí­es (bandidos moriscos) se atreví­an a saquear y asesinar. Estos pequeños grupos de bandidos sembraban el terror en las Alpujarras.

Llegado el momento, comenzaron a organizarse y llegaron a proclamar como rey al morisco Fernando de Valor con el nombre de Abén Humeya/Omeya. Eligió este nombre porque decí­a descender del primer Omeya, Abd al-Rahman I (el Prí­ncipe Errante). Los piratas berberiscos vieron que, ahora sí­, debí­an apoyar esta revuelta para herir, en su propia casa, a su mayor enemigo, Felipe II. El grupo se hací­a cada vez más numeroso, las autoridades locales no podí­an hacer nada, profanaron iglesias, se plantaron a las puertas de Granada… en 1568 estallaba la guerra de las Alpujarras.

Felipe II manda a los tercios, con don Juan de Austria a la cabeza, a sofocar la revuelta en 1569. Cuando los tercios comienzan a ganar terreno, empiezan las disputas entre los moriscos. El rey Abén Humeya/Omeya es asesinado por un primo suyo. En 1570 son derrotados y desterrados de las Alpujarras por el resto de la pení­nsula.

En 1609, durante el reinado de Felipe III, se produce la expulsión definitiva de los moriscos (unos 300.000). Las consecuencias fueron terribles para la agricultura del valle del Ebro y la zona levantina; y para el Estado por la pérdida de ingresos ví­a impuestos.

Para terminar, y como algo chocante, me he encontrado estas reivindicaciones por parte de Identidad Andaluza:

1.- Nombramiento de Fernando de Valor como hijo predilecto de Andalucí­a por ser el primer Andaluz en luchar por la libertad de nuestra tierra.

2.- Potenciación de la enseñanza del idioma árabe, pues gran parte de nuestra historia está escrita en ese idioma y recuperarlo es el mejor homenaje que podemos hacerle a aquellos andaluces que fueron ajusticiados por la inquisición por hablarlo y escribirlo.

3.- Reconocimiento y consideración de Andaluces para todos aquellos descendientes de Andaluces moriscos que por la represión del Estado español tuvieron que salir de Andalucí­a, tal y como hizo el Rey de España D. Juan Carlos I con los Sefardies españoles.

4.- Cambios en los planes de estudios para que los jóvenes Andaluces conozcan la historia y cultura de su tierra, sin prejuicios ni mentiras.

5.- Dotación de fondos para la recuperación del patrimonio arquitectónico andalusí­.

6.- Solicitud al Estado español y a la Iglesia Católica para que pidan perdón al pueblo andaluz por el genocidio cometido sobre su población y por quinientos años de opresión y marginación polí­tica, social y económica.

Me gustarí­a recomendar la lectura del post ¿Descienden los andaluces de los moros? a los integrantes de Identidad Andaluza.

Foto: Expulsión de los moriscos – Obra Social Bancaja