El calendario romano (establecido en 753 a.J.C.) estaba compuesto por doce meses y 365 dí­as, pero la traslación de la Tierra alrededor del Sol duraba un poco más (365,25 dí­as). Este desfase habí­a producido un retraso de 90 dí­as, por lo que las estaciones – muy importantes para las cosechas – «bailaban». Julio César trajo al sabio Sosí­genes de su retiro en Alejandrí­a, en el 44 a.J.C., para desfacer el entuerto. Se solucionó añadiendo un dí­a («bis sextus» – bisiesto) cada cuatro años y se quitó un dí­a a febrero. En honor al emperador, se cambio el nombre del primer mes de verano, Quintilis, por el de Julius. Cuando Augusto se proclamó emperador, para no ser menos, cambio del nombre del mes Sextilis por el de Augustus y se quito otro dí­a a febrero, quedando con 28 dí­as. El nuevo calendario pasó a llamarse Juliano.

Este calendario funcionó correctamente hasta que en 1582 se descubrió que las apreciaciones de Sosí­genes también estaban un poco desfasadas (no eran 365,25 dí­as sino 365,2422 dí­as el periodo de traslación). Era poco pero al cabo de los siglos los desfases se habrí­an notado. Así­ que, el Papa Gregorio XIII organizó una comisión de sabios (entre los que estaba el español Pedro Chacón). Los medidas adoptadas por esta comisión fueron dos:

1.- No serí­an bisiestos los años terminados en dos cuyas primeras cifras no fueran múltiplos de 4. Lo fueron 1600 y 2000, no lo fueron 1700, 1800, 1900. Caso curioso es 4000 que, siendo múltiplo de 4, la comisión determinó que no sea bisiesto (¿?). Este último dato, personalmente, no me importa mucho.

2.- Saltar dí­ez dí­as en el calendario. Se pasó del jueves 4 de octubre al viernes 15 de octubre. En el transcurso de la Historia se perdieron estos 10 dí­as.

Este calendario, llamado Gregoriano, está vigente a fecha de hoy y fue adoptado poco a poco por todos los paí­ses; primero los paí­ses católicos, en 1700 los luteranos (con 11 dí­as de retraso respecto al nuevo calendario), en 1752 los ingleses… y los últimos, los griegos en 1927 (con 13 dí­as de retraso)..

Como curiosidad, los fallecidos el 4 de octubre no fueron enterrados hasta el 15 de octubre.

Fuente: Historia sencilla de la Ciencia – José Luis Comellas