Cuando la tarde del 21 de agosto de 1911 salieron a la calle los periódicos de Parí­s el escándalo y la consternación fueron enormes. La Gioconda, la obra cumbre de Leonardo Da Vinci, la joya del Louvre, habí­a sido robada del lugar donde permanecí­a colgada desde que llegó a Francia. En un principio se sospechó del poeta Apollinaire, e incluso del joven pintor español Pablo Ruiz Picasso. Pero el autor del robo fue un ladronzuelo italiano de poca monta, Vincenzo Perugia, ex empleado el museo y que sin duda sintió la atracción fatal de esta mujer.

Se llevó el lienzo dejando sus huellas sobre el cristal que protegí­a el cuadro, pero nadie pareció fijarse en ese detalle. El inductor del robo fue un estafador argentino Eduardo de Valfiernoy el móvil: hacer seis copias perfectas del cuadro, que seis «ávidos» compradores adquirirí­an creyéndolas la verdadera obra. Pero el cuadro siempre estuvo en posesión de Perugia quien, al no recibir ninguna noticia de Valfierno, se lo ofreció a un anticuario de Florencia, Alfredo Geri, momento en que fue detenido y recuperada la «Monna Lisa».

La Gioconda volvió a su emplazamiento original (momento que capta la fotografí­a de arriba) donde cada dí­a miles de personas de todo el mundo sucumben a ese encanto único y eterno que solo Leonardo fue capaz de capturar y plasmar.

Y aquí os dejo, «en exclusiva», el momento en que Vincenzo Perugia escapa por las calles de Parí­s con el preciado botí­n  🙂

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