Hoy contamos con la colaboración de nuestro amigo Lacedemonia (autor del libro «El caballero del Alba«).

Foto: Eurisco

Mientras el mundo de la literatura codigodavinciana se debate encontrando nuevas fórmulas para hallar el Santo Grial, centrémonos en uno de los candidatos, el que según muchas personas tiene casi todas las cartas para ser la auténtica copa que usó Cristo en la íšltima Cena, y aquella en la que, según ciertas tradiciones, recogió San José de Arimatea la sangre del Redentor tras su muerte en la cruz.En la capilla del Santo Cáliz, y rodeada por un impresionante retablo de alabastro, podemos contemplar la copa, aunque sólo parte de ella podrí­a corresponderse con el famoso Grial. En concreto la parte superior, una copa de ágata a la que se ha añadido una base en forma de copa invertida, unas asas y varias joyas que adornan todo el conjunto. Estos añadidos parecen corresponder a actuaciones en los siglos X al XIV.

Los estudios realizados sobre la copa original la datan en el siglo II a I antes de Cristo, y su factura es similar a otros cálices palestinos de aquellas fechas. Lo que ya no muestra una presencia tan cientí­fica es la creencia popular que explica la singladura de la copa desde la mesa de san Marcos hasta la Catedral valenciana:

Al parecer la copa era propiedad del mismo Marcos, quien la habrí­a entregado a Pedro como reliquia principal para los cristianos primitivos. Llevado a Roma por el primer pontí­fice, el cáliz permaneció en la Ciudad Eterna hasta la persecución de Valeriano, en el siglo III. El papa del momento, Sixto II, la entregó a un presunto simpatizante con la causa cristiana, un soldado romano… de origen hispano. Este soldado la trajo a la pení­nsula, concretamente a su tierra, Huesca, donde el cáliz vivió hasta la invasión musulmana. En este instante los obispos católicos se refugian en las montañas del norte llevándose la reliquia, que pasa por la cueva de Yebra, los monasterios de Siresa y Sasabe y la catedral de Jaca, hasta recalar por orden del rey Sancho Ramí­rez en San Juan de la Peña, donde aún puede visitarse el altar sobre el que se lucí­a la copa.

La primera noticia documentada de la presencia del cáliz es del siglo XIII, y a finales del XIV ya se habla de él como el Grial de Cristo. En 1399 el rey de Aragón, Martí­n I el Humano, trasladó el cáliz hasta el palacio de la Alfajerí­a, en Zaragoza, y de allí­ al palacio real de Barcelona. Fue Alfonso V en 1424 quien finalmente, y junto a otras reliquias, le dio definitivo hogar en la Catedral de Valencia, lugar en el que ha permanecido hasta la actualidad con la salvedad de la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil.

Naturalmente, y a pesar de dataciones con Carbono-14, de tradiciones y de la propia fe, resulta imposible demostrar la relación entre el cáliz de Valencia y el objeto legendario conocido como Santo Grial… Y por cierto, esta expresión, «Santo Grial», aparece en el siglo XV. Antes simplemente se le conocí­a como «Grial».

Desde Valencia y para los amigos de Historias de la Historia, informó Lacedemonia.