Thomas Midgley  fue un ingeniero mecánico estadounidense que terminó dedicándose a la quí­mica (Madre Gea sueña con él). Desarrolló el plomo tetraetí­lico, que durante décadas fue un aditivo para la gasolina que solucionaba el golpeteo del motor, y más tarde los clorofluorocarbonos (CFC).

Ni que decir tiene del peligro del plomo para la salud humana (como pudieron comprobar sus trabajadores y hasta el propio Migley) y de los CFC para el ozono atmosférico.

De hecho, un historiador afirmó sobre Midgley que: «Tuvo más impacto en la atmósfera que cualquier otro organismo en la historia de la Tierra».

Pero vamos a lo que nos afecta, su muerte. Después de quedar paralí­tico por el polio, inventó un artilugio con poleas que le permití­an levantarse y girarse. En 1944, se quedó enredado en los cordones de la máquina y murió estrangulado.

Fuente: Una breve Historia de casi todo - Bill Bryson
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